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Comienza hoy una semana intensa en Europa. Esta tarde el joven político ateniense de 41 años Alexis Tsipras va a ser nombrado primer ministro de Grecia después de haber ganado ayer las elecciones anticipadas por segunda vez en ocho meses. Y ello en un país en crisis y pese a haber tenido que aceptar un tercer rescate de 86 mil millones de euros en tres años de la Unión Europea (UE) con unas condiciones mucho más duras que las que rechazaron la mayoría de los griegos en el referéndum realizado el pasado 5 de julio. Una victoria en la que seguramente ha tenido que ver el que es un líder que genera mucha confianza entre la ciudadanía, entre otras cosas porque aunque ha tenido que cambiar su mensaje contra la austeridad, no ha protagonizado ningún escándalo de corrupción y se ha comprometido a que las reformas que debe seguir haciendo hagan el menos daño posible a los menos favorecidos.
Ahora los líderes europeos esperan que este miércoles forme un gobierno fuerte, que se ponga a trabajar cuanto antes y que sea capaz de sacar adelante al país. De sus propuestas electorales populistas en las que prometía más nacionalizaciones y suspender el pago de la deuda, ha pasado a otras más duras e impopulares como retrasar la jubilación hasta los 67 años, flexibilizar el mercado laboral y privatizar algunas empresas estatales. Y a pesar de ello ha ganado. El mes que viene tiene su primer reto: renegociar las condiciones de la deuda con sus acreedores: la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional.
Siguiendo con la semana mañana martes se reúnen los ministros de Asuntos Exteriores de la UE por enésima vez para hablar sobre la crisis de los refugiados mientras miles de ellos no sólo siguen entrando al viejo continente sino que se hacinan en condiciones inhumanas en algunas fronteras como Austria y Hungría ante el cierre de los pasos fronterizos. Eso los que consiguen llegar. Muchos otros, hombres, mujeres y niños, mueren en el camino. Mientras tanto los gobiernos se pasan los refugiados de uno a otro país (de Hungría a Austria y de allí a Alemania), se lanzan acusaciones, se amenazan e incluso mandan tanques y vehículos blindados a las fronteras como ha hecho Hungría con Croacia, cosa que no ha gustado a su vecino que le ha acusado de violar el derecho internacional.
El miércoles se reunirán los primeros ministros. Una vez más volverán a hablar de cuotas y una vez más no habrá acuerdo. O más bien, no se logrará un compromiso firme de los países de Europa del Este de aceptar el número de refugiados que les asigne la Comisión Europea. Alemania y Francia, fundadores de la UE, podrían amenazarles con quitarles los fondos estructurales que reciben como proponen algunas voces. Pero no se atreverán. En el caso de Alemania se limitará a seguir con sus amenazas de cerrar sus fronteras y de poner punto y final al Tratado de Schengen, uno de los grandes símbolos de la Unión Europea según el cual existe libertad de movimiento de ciudadanos y de mercancías una vez llegan a un país de la UE. El resto seguirá incumpliendo las normas y tratados internacionales que han firmado sobre acogida de refugiados. Y todos serán incapaces de aprobar una política exterior común que acabe con este drama humano. Y de actuar en Siria donde el presidente Al Asad se niega a dejar el poder.
La semana acabará el domingo con las elecciones autonómicas en Cataluña, una de las 17 comunidades autónomas que hay en España y que está situada al noreste del país. Los comicios, que ha adelantado el presidente, el nacionalista Artur Mas (Convergencia Democrática de Cataluña), se han convertido en un plebiscito sobre la independencia. Y a ellos acude el propio Mas bajo una plataforma llamada “Juntos por el Si” que engloba a otros partidos políticos como su eterno rival, Esquerra Republicana de Cataluña (ERC). Si dicha plataforma se une a la otra que también defiende la independencia: Candidatura de Unidad Popular (CUP), podría lograr los 68 diputados de la mayoría absoluta. Y Mas, tal y como ha anunciado, iniciaría su hoja de ruta hacia la independencia.
En Europa temen que esto ocurra y muchos líderes como el primer ministro británico David Cameron, ante el temor de que la ola independentista se extienda por el viejo continente, ya han advertido que una Cataluña independiente saldría automáticamente de la UE y debería volver a ponerse a la fila para entrar. Y para lograrlo, tendría que contar con el visto bueno de los 28. Y España por supuesto se negaría. La pregunta que todos se hacen es si Artur Mas conseguirá los 68 escaños que, según él, le dan la potestad para iniciar el camino hacia la independencia. Aunque lo que habría que ver es si cuenta con el apoyo del 50 por ciento de los votos (68 escaños no suponen el 50 por ciento de los votos). Y si el 50 por ciento de los votos en Cataluña, una comunidad donde viven 7 millones de personas de los 45 millones que residen en España), es un porcentaje lo suficientemente importante como para iniciar el camino hacia la independencia.