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Carros volcados, botes astillados y enterrados en el lodo y redes de pescadores que colgaban de los árboles dejó un terremoto de magnitud 8,3 que sacudió Chile, aunque es notable que a pesar de su enorme poder, el daño fue muy limitado y sólo hubo 12 muertos.
El terremoto del miércoles por la noche desató tsunamis, obligó a decretar alertas por ellos y derivó en la evacuación de un millón de personas.
La presidenta Michelle Bachelet, quien viajó al norte y recorrió algunas de las zonas más afectadas, decretó el estado de emergencia constitucional en la región de Coquimbo, donde aún quedan más de 70 mil hogares sin luz, anunció en Santiago el ministro del Interior Jorge Burgos, quien por la noche elevó de 11 a 12 la cifra de fallecidos.
El estado de excepción implica que las fuerzas armadas toman el control total de la zona, redoblan la seguridad, se encargan de distribuir ayuda y, si es necesario, pueden decretar el toque de queda para evitar pillajes.
Bachelet hizo énfasis en la solidez de la construcción antisísmica de las edificaciones chilenas y la celeridad con que la población evacuó el borde costero, al tiempo que recordó que este fue el segundo terremoto más fuerte en el mundo en lo que va del año después del de Nepal en mayo, que con una magnitud de 7.9 dejó más de 7 mil 500 muertos.
Paulina González, magister en ingeniería sísmica y académica de la Universidad de Santiago de Chile, dijo a la AP que "la mayor cantidad de fallecidos en 2010 fue por el tsunami, y porque no se hizo la evacuación correspondiente, y ayer los avisos de evacuación llegaron incluso a celulares".
"Todas las personas que percibieron el terremoto del miércoles tenían la experiencia de 2010 y estaban caminando a lugares de altura aún antes de los avisos oficiales", agregó.
En Coquimbo, a unos 460 kilómetros al norte de Santiago, los residentes caminaban en el lodo, entre techos de zinc arrancados, metales retorcidos y escombros. Las olas del tsunami, de hasta 4.5 metros, penetraron unos 70 metros al interior del puerto.
"Fue como una bomba atómica", comentó a The Associated Press Enrique Peñailillo, buzo y pescador. Decenas de negocios y viviendas costeras fueron arrasados. Los habitantes buscaban sus muebles, colchones embarrados y juguetes por varias cuadras aledañas al puerto.
Manuel Esquivel, un electricista de 50 años, opinó que "Chile está preparado" para resistir terremotos devastadores como el del miércoles por la noche. "Si las edificaciones hubiesen sido de menor calidad, la destrucción hubiera sido mucho mayor", agregó.
Decenas de personas esperaron a Bachelet para plantearle sus demandas. La mandataria abrazó a varios damnificados y les anticipó que se preocupará por la seguridad.
"Vamos a traer más fuerzas militares y policías", dijo.
En el puerto se perdieron un centenar de locales de pescadores y comida.
Coquimbo, la ciudad de Illapel —280 kilómetros al norte de Santiago— y la localidad de Tongoy, 430 kilómetros al norte, fueron las zonas más afectadas. El gobierno las declaró zonas de catástrofe para facilitar el envío de fondos.
El alcalde de Illapel, Denis Cortés, dijo a la AP que "la locomoción paró debido a los derrumbes. Tenemos muchos cables cortados, muros caídos, el cementerio en partes destruido y muchas tumbas abiertas". Estimó que unos 10 mil de sus 35 mil habitantes resultaron afectados.
El sismo se produjo en el Pacífico a las 19.54 (2254 GMT), con epicentro 280 kilómetros al norte-noroeste de Santiago y a 55 kilómetros al oeste de Illapel, en la pequeña aldea de Canela, según sismólogos estadounidenses.
El ministro del Interior indicó que la cifra de víctimas fue baja en relación con otros fenómenos de esta magnitud.
Periodistas de la AP que viajaron a Illapel y Coquimbo vieron viviendas desmoronadas, con los techos hundidos y boquetes en las paredes, barcos sobre el muelle, muchos botes destruidos, vehículos volcados y algunos montados unos sobre otros.
Manuel Moya, de 38 años, y su esposa durmieron en la calle frente a su casa dañada.
"Yo pensé que era el fin del mundo y que íbamos a morir todos. Esto no pasaba", dijo a la AP. "Fue daño total, pero gracias a Dios estamos vivos".
En el balneario de Concón, a unos 130 kilómetros al noroeste de Santiago, las primeras olas del tsunami ingresaron a la ciudad, informó su alcalde Oscar Sumonte. Y en Tongoy las olas avanzaron unos 500 metros sobre la caleta.
El sismólogo Sergio Barrientos precisó que el movimiento de las placas tectónicas de Nazca y Sudamericana provocó una ruptura de unos 200 kilómetros, lo que hace presumir que habrá muchas réplicas más.
El terremoto se sintió en Argentina y Perú, e incluso hubo alertas de tsunami en Hawai, en Japón y en Nueva Zelanda.
El desalojo de la población fue mayor en el borde costero decretado desde el terremoto del 1 de abril de 2014 en las ciudades del norte. Chile tiene más de 4.000 kilómetros de costa.
En Santiago no se ha informado de daños y todos los servicios funcionan con normalidad.
El último terremoto de gran magnitud en el país se registró en el centro-sur en 2010 y dejó medio millar de muertos.
Chile es una de las naciones más sísmicas del mundo por ubicarse en el llamado cinturón del Pacífico y la mayoría de sus edificaciones están diseñadas para soportar fuertes movimientos telúricos. Su población sabe cómo reaccionar ante ellos, por lo que quienes viven en el borde costero evacuan de inmediato hacia zonas altas.
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