Si en los días pasados Röszke era un hormigueo continuo de refugiados llegados de Oriente Medio que alcanzaban Hungría siguiendo unas vías de tren, hoy el lugar estaba vacío a excepción de los numerosos policías y militares que lo patrullaban.


El Ejército húngaro cerró ayer el espacio que quedaba abierto en la valla contra refugiados -por el trazado de las vías férreas- con un oxidado vagón erizado de concertinas que hace las veces de portón móvil y que parece sacado de alguna película post-apocalíptica.


Pequeños grupos de refugiados continuaban llegando al lado serbio de la frontera, para luego maldecir su suerte al ver la valla y marcharse en busca de algún lugar por donde poder cruzar.


Un grupo de cuatro jóvenes sirios de Damasco protestaban desde el otro lado de la alambrada ante dos impasibles policías y dos militares con armas automáticas.


"¿Por qué no nos dejáis pasar? ¿Ayer sí y hoy no?", les criticaba uno de los jóvenes.


Una voluntaria les aconsejó ir al puesto fronterizo oficial, dónde les atenderían.


"Ya hemos ido y nos han rechazado. ¿Qué hacemos ahora?", le respondió el chico con la decepción en el rostro.
A lo largo de la alambrada se podían ver algunos cortes abiertos con tenazas, en lo que parecía un intento de cruzar la frontera, y reparados con un remiendo de alambre.


La policía informó hoy de la detención de 16 refugiados desde que esta medianoche entró en vigor la nueva legislación que impone penas de cárcel a quien entren en el país de forma ilegal.


Los detenidos habían sido sorprendidos tratando de hacer cortes en la alambrada, algo castigado con hasta cinco años de cárcel por el agravante de dañar la malla de alambre.


Las primeras sentencias, por procedimiento abreviado, serán sólo condicionales y conllevarán la expulsión del detenido del país, según la televisión pública M1.


En caso de que se le detenga de nuevo intentando entrar en el país de forma ilegal, sí se ejecutaría la pena de prisión.


Mientras que el cierre físico de la frontera mediante la valla y unas leyes que criminalizan la inmigración ilegal han frenado las llegadas, quienes decidan solicitar asilo en Hungría se enfrentan a un proceso cargado de incógnitas.


El ex primer ministro socialdemócrata Ferenc Gyurcsány, ahora en la oposición, explicó hoy a los periodistas la situación después de una visita al paso fronterizo oficial de Horgos, cercano a Röszke.


Ese paso fronterizo, al igual que las zonas donde los refugiados pueden solicitar asilo, están cerrados a la prensa en medio de un enorme despliegue policial.


"Físicamente es casi imposible entrar en el país", destacó Gyurcsány en Horgos.


El paquete legal que entró en vigor esta medianoche establece un procedimiento acelerado para determinar si Hungría acepta una solicitud de asilo.


"Hay una zona de tránsito dónde los refugiados pueden presentar su demanda de asilo, que será evaluada en un periodo muy corto de tiempo. Dependiendo de la decisión, podrá entrar en el país o será devuelto a Serbia", indicó Gyurcsány a un grupo de periodistas.


Pero mientras se estudia su caso el refugiado no podrá abandonar esa "zona de tránsito" en la frontera húngara, sólo si se le otorga el asilo podrá entrar en el país, y en caso contrario, sería deportado a Serbia.


"En este momento Hungría permite que los solicitantes de asilo puedan entrar sólo unos metros en su territorio para presentar la solicitud de asilo", expuso el político, crítico con las políticas nacionalistas del Gobierno magiar.


¿Y qué pasará si Serbia no acepta que Hungría devuelva los refugiados?, tal como ha anunciado Belgrado.
"No podrían salir de las zonas de tránsito, no tendrían el permiso de entrar en Hungría y los serbios no les permitirían volver. Están atrapados entre dos fuerzas", explicó a Efe Gyurcsány.


El político de izquierdas criticó además que como Hungría ha declarado a Serbia "país seguro" para los refugiados, casi todos los demandantes de asilo serán devueltos.


La incertidumbre sobre qué país debe hacerse cargo de los refugiados y sobre las distintas formas de proceder ya han despertado la preocupación de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), que teme que los solicitantes de asilo queden atrapados en un "limbo legal".


"Los refugiados que se encuentran entre las fronteras húngara y serbia se encuentran en una trampa" de difícil salida, aseguró a Efe Ernö Simon, portavoz de ACNUR en Budapest.


Simon recordó que ni Serbia, ni Macedonia, ni Bosnia son "países seguros" para la agencia de los refugiados de la ONU.
En lo que va del año las autoridades húngaras han registrado a más de 200.000 refugiados que entraron en el país de forma ilegal, aunque la inmensa mayoría siguió camino hacia Alemania, Holanda o las naciones escandinavas.

cg

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