Como cada 15 de septiembre, los actos que conmemoran la Independencia de México tienen un carácter extraterritorial en Estados Unidos. De costa a costa, los más de 35 millones de personas de origen mexicano cumplen con ese ritual de festejo por una independencia que hoy más que nunca está en tela de juicio y que en muchos sentidos se ha convertido en un arranque de nostalgia por la patria lejana que se contempla con tristeza y preocupación desde la Unión Americana.

Pero, al mismo tiempo, abre una ventana de oportunidad para la reafirmación de una identidad que se abre paso desde el sur de California, hasta los barrios de Nueva York o Chicago. Una identidad que algunos confunden con un un grito desbocado y una borrachera con tequila, cuando la mexicanidad va mucho más allá de un traje de charro, o unas trenzas que evocan algo más que las manos de nuestras madres o abuelas canturreando una canción de cuna.

El orgullo mexicano, para muchos una forma de reafirmación ante quienes siempre han buscado su eliminación, va más allá de una fecha puntual. Se traduce todos los días en el trabajo esforzado de millones de brazos y manos que a lo largo y ancho de la Unión Americana han edificado edificios, construido puentes y carreteras, combatido en guerras bajo la bandera de Estados Unidos y aportando sus conocimientos desde el mundo de la medicina, la ciencia y la tecnología.

Sin mencionar el boyante mundo de la música y la cinematografía, donde el arte y talento de los mexicanos sobresalen por su ritmo y sensualidad; por esa imaginación sin límites que surge de la lucha y la desesperanza; del regocijo y el karma de un éxodo multigeneracional que ha aprendido a vivir no en uno o dos mundos, sino en varios planos sociales y realidades culturales a la vez.

Como cada mes de septiembre, las ceremonias del grito de la Independencia se reproducen de costa a costa. Lo mismo desde el condado de Orange County, en California, donde los charros a lomos de sus caballos o las chinas poblanas a bordo de descapotables, recorren las calles de Santa Ana, una de las ciudades con mayor población flotante de inmigrantes indocumentados.

En la costa este, el grito de la Independencia tendrá este 15 de septiembre a un protagonista innegable en la persona de Miguel Basañez, quien se estrenará como embajador de México ante EU poco después de presentar sus credenciales ante el Departamento de Estado. Un trámite que completará esta misma semana ante la Casa Blanca, donde será recibido por el presidente Barack Obama.

Las expectativas de este evento, contrastan con el ambiente de desánimo y hasta de rechazo que se vive en México, donde el presidente Enrique Peña Nieto se ha visto en la necesidad de cancelar algunos actos festivos que contradicen el ambiente de enojo y frustración hacia un gobierno que sigue sin levantar cabeza en las encuestas y que se muestra incapaz de cerrar la crisis que nació con la muerte de los 43 estudiantes de la normal de Ayotzinapa y que se ha paralizado en medio de una crisis que comienza a poner en duda muchas de las promesas del presidente en el frente económico y laboral.

En este sentido, los actos para conmemorar el 15 de septiembre serán seguidos con desigual entusiasmo hacia ambos lados de la frontera. Para algunos, sin embargo, el festejo de las llamadas fiestas patrias, es de obligado cumplimiento. Sobre todo en Estados Unidos, donde la necesidad de celebrar los orígenes y resaltar la identidad, tiene un poderoso componente existencial.

Así pues, y lejos de la nomenclatura oficial tanto en México como en las embajadas o consulados en EU, millones de mexicanos se disponen a brindar con tequila y cantar con el único fin de celebrar una identidad y una herencia cultural que se mantiene rica y robusta, a pesar de las muchas traiciones de una casta política que no merece a sus ciudadanos (entre ellos a millones de expatriados en todo el mundo) y no obstante los intentos de muchos nativistas por eliminarnos del mapa demográfico de Estados Unidos.

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