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León Trotsky murió el 21 de agosto de 1940, en esta ciudad, un día después de ser atacado con un piolet (instrumento usado en el alpinismo), por el español Ramón Mercader, quien llegó hasta el revolucionario ruso, exiliado en México, haciéndose pasar como periodista belga.
La historia de su asesinato, registrada por las páginas de EL UNIVERSAL, detalla las primeras declaraciones de los ayudantes de uno de los dirigentes de la Revolución Rusa. La tarde del 20 de agosto de 1940, Frank Jackson o Jacques Mornard (hoy se sabe que su nombre era Ramón Mercader del Río), visitó a Trotsky, pasó a su despacho y se colocó a su lado. Los guardias se retiraron y después escucharon las voces del líder pidiendo auxilio, lo vieron salir al corredor y caer al suelo con la cabeza y el rostro cubiertos de sangre.
El general José Manuel Núñez informó que Jackson atacó al exiliado con un piolet, le provocó tres heridas, una en la cabeza, otra en la clavícula derecha y una más en una pierna.
El reportero José Pérez Moreno narró el traslado del herido al puesto central de socorros de la Cruz Verde. Trotsky, antes de perder el conocimiento, dijo a su secretario Joseph Hansen: “Estoy cerca de la muerte a causa de un asesino político que me atacó en mi casa. Luché contra él. Haga el favor de comunicarlo a nuestros amigos. Estoy seguro de la IV Internacional (organización de partidos comunistas impulsada por Trotsky). ¡Adelante!”.
Lev Davidovich Bronstein, conocido como León Trotsky, nació en Yanovka, Ucrania, el 7 de noviembre de 1879. En su juventud fue encarcelado y deportado por el Estado zarista. Junto con Vladimir Ilich (Lenin), construyó el marco ideológico y político de la revolución rusa de 1917 que derrotó al zarismo y fundó la Unión Soviética. Al organizador del Ejército Rojo sus detractores lo veían como “colaborador del fascismo” y lo acusaban de estar ligado a la Gestapo o a la policía secreta de Estados Unidos, según escribió Trotsky en su texto Stalin quiere mi muerte, aparecido en 1940.
Por “defender los intereses de los obreros y del socialismo internacional”, el revolucionario inició su lucha contra el régimen de Stalin —a quien llamó “enterrador de la Revolución”—, y la “casta burocrática”, que lo expulsaron de Rusia en 1929 y lo obligaron a vivir en Turquía, Francia, Noruega y México.
Al inicio de su exilio publicó en exclusiva para EL UNIVERSAL 15 capítulos de su obra autobiográfica Mi Vida, que salió a la luz en 1930. Al final del Capítulo I reflexionaba: “¿Están estas memorias destinadas a ser consideradas como un sumario, un inventario de toda una vida? Sí y no. Yo haré lo posible por decir a conciencia todo lo que hasta ahora ha sucedido, pero no quiero decir con esto que considero mi deportación a Constantinopla el último capítulo de mi vida. Permítaseme aquí repetir las palabras de Mark Twain, dirigidas a determinados hombres que querían enterrarlo en vida: El rumor de mi muerte ha sido grandemente exagerado’”.
En 1937 el presidente Lázaro Cárdenas dio asilo político a Trotsky y a su familia. Los pintores Diego Rivera y Frida Kahlo lo hospedaron en su casa de Coyoacán. Refugiado en México organizó su defensa ante las acusaciones en los llamados Procesos de Moscú, que llevaron al exterminio a la vieja guardia bolchevique. En 1940 él y su familia sufrieron el primer atentado en nuestro país, encabezado por el pintor David Alfaro Siqueiros.
El 21 de agosto de ese mismo año, a las 19:45 horas, dejó de existir “uno de los más brillantes cerebros del marxismo revolucionario”, como describió a Trotsky su nieto, Esteban Volkov, en la presentación del libro Los Gangsters de Stalin. Al enterarse de su muerte, Alejandro Kerensky, quien fuera uno de los precursores de la revolución rusa, declaró en Nueva York: “Trotsky cayó bajo los golpes de Moscú; la mano de su asesino fue armada por el propio Stalin. Las órdenes de Stalin fueron esta vez cumplidas con una ‘atroz exactitud’”, según la nota que publicó este diario el 23 de agosto de 1940.
Su cadáver permaneció durante cinco días en la Capilla Dorada del Panteón Moderno y después fue incinerado. Sus cenizas se encuentran junto a las de su segunda esposa Natalia Sedova (1962), resguardadas en una estela rectangular de concreto, diseñada por el pintor y arquitecto mexicano Juan O’ Gorman, ubicada en el patio del Museo Casa León Trotsky, ubicado al sur del Distrito Federal.
El homicida Frank Jackson, Jacques Mornard o Ramón Mercader del Río —utilizó varios alias—, pasó 19 años, 9 meses y 17 días encarcelado en México. El 6 de mayo de 1960 fue liberado y expulsado de tierras mexicanas. El 20 de octubre de 1978, el diario El País reportó la muerte de Mercader en Cuba, debido a un cáncer óseo. La nota precisaba que el asesino de Trotsky se llevó a la tumba la “Estrella de Oro” de los héroes nacionales de la Unión Soviética, que le fue concedida en 1977, además de recordar que nunca confesó en prisión su verdadera identidad.