Jerusalén.— Tras semanas de intensa polémica en torno a la detención administrativa del palestino Muhamad Alan, quien hace más de dos meses se declaró en huelga de hambre en protesta por haber sido encarcelado sin juicio, parecería que ni siquiera la decisión de la Suprema Corte de Justicia de Israel, anunciada anoche, de suspender dicha medida hasta que mejore su estado de salud, calmará los ánimos.

Alan ya se encuentra en grave estado por su negativa a ingerir alimentos y al parecer ya sufre daños cerebrales irreversibles. No se descarta la posibilidad de que muera en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Barzilai de Ashkelon en Israel, donde está internado.

¿Quién es Muhammad Alan? ¿Un terrorista de la Yihad Islámica, como afirma el Shin Bet, servicio de seguridad de Israel, o una víctima de una medida injusta de Israel, como aseguran sus defensores?

Alan, nacido en 1984, es residente de la aldea Inabus, aledaña a Naplusa, en Cisjordania. “Que me juzguen o me liberen”, es su exigencia. Desde su lecho en el hospital ha rechazado las distintas fórmulas que el Estado le ha propuesto, como ponerlo en libertad de inmediato a cambio de que se tras-
lade por cuatro años a la vecina Jordania. En el interín llegó la decisión de los jueces supremos de Israel, aunque con carácter temporal.

Según dijeron fuentes de seguridad israelíes a EL UNIVERSAL, Muhamad Nasser Al-Din Alan, es un activista en la organización radical Yihad Islámica, identificado con las ideologías de la Yihad mundial.

El analista jurídico Moshe Negbi prefiere no entrar al debate de si ello es cierto o no, pero critica como “no democrático” el recurso de la “detención administrativa” debido a que “se está privando a alguien de su libertad, sin presentar pruebas y llevarlo a juicio”. El Estado recalca que hay casos en los que la información de inteligencia es contundente en cuanto a los planes del detenido, pero no hay forma de presentar pruebas que sirvan en un juicio, más que nada cuando dichos planes son a futuro y no un crimen ya cometido.

“Se puede y debe librar la guerra contra el terrorismo sin violar las normas democráticas”, sostiene Negbi. “Si las detenciones administrativas se usaran únicamente en casos muy extremos, sería quizás otra cosa, pero si hay 400 presos en esta situación, quizás se recurre a esto con demasiada ligereza”, dice. Aclara que se opone también al uso de la detención administrativa en los casos de israelíes judíos; el recurso se ha utilizado recientemente con tres activistas de la extrema derecha israelí.

El Shin Bet sostiene que Alan ya en el pasado estuvo encarcelado debido a sus actividades destinadas a reclutar suicidas para atentados contra Israel. Las fuentes recalcan tener en su poder “cuantiosa información de inteligencia” según la cual antes de ser llevado a detención administrativa, Alan había estado en contacto con “activistas del terrorismo de la Yihad Islámica, para cometer duros atentados”.

El diputado árabe israelí Ahmed Tibi rechazó las acusaciones contra Alan y, en declaraciones a la radio pública israelí, aseguró que “no importa lo que dice el Shin Bet... ya en otras ocasiones fueron liberados presos administrativos, y no hubo ningún atentado”.

La detención del palestino es injusta, asegura uno de sus abogados, Jawad Bulus. Y la familia de Alan recalca que si realmente es un peligro, pues que lo enjuicien.

Las fuentes de seguridad consultadas por este diario recalcan que a raíz de una apelación presentada por Alan a la Suprema Corte de Israel contra su detención sin juicio el 6 de noviembre último, los jueces supremos emprendieron un debate a comienzos de agosto, donde “estudiaron el material de inteligencia y recibieron explicaciones sobre la detención de Alan y el peligro que supone” y resolvieron rechazar el recurso por él presentado.

Y en el hospital Barzilai, donde el director, Dr. Jezi Levy, explica las medidas que se están tomando para tratar de preservar a Alan con vida, fuentes comentan, sin identificarse, que resulta inconcebible que mientras ellos tratan de salvarle la vida, todos los que lo rodean, incluyendo su propia madre, le alientan a que no deje la huelga de hambre, aun a riesgo de morir.

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