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Hibakusha es la palabra japonesa que se usa para nombrar a los sobrevivientes de las bombas de Hiroshima y Nagasaki, cuyo 70 aniversario se cumple este mes, al igual que el de la rendición del Japón y el fin de la Segunda Guerra Mundial.
Hibakusha significa “persona bombardeada” y se calcula que actualmente hay 193 mil de ellas en el Japón. Se trata de un grupo muy especial, pues si bien han sido víctimas de prejuicios por las cicatrices y la supuesta radiación que llevan a cuestas, al mismo tiempo tienen una fuerte autoridad moral.
Precisamente estos días los hibakushas están haciendo noticia. No solo porque este 6 de agosto se cumplen los 70 años de la devastadora caída de las bomba atómica sobre Hiroshima (donde murieron 140 mil personas) sino porque un importante grupo de ellos se ha sumado a las inmensas protestas en contra de la decisión del primer ministro Shinzo Abe, de auspiciar una interpretación constitucional, con el apoyo de los EU, para devolverle a Japón la capacidad de intervenir en conflictos bélicos.
Abe, un político conservador que siempre ha sido reacio a aceptar las atrocidades cometidas por Japón en el pasado, ha logrado que su gabinete apruebe una interpretación a la Constitución redactada por los EU, poco tiempo después de firmada la rendición. Hasta ahora, el artículo 9 de la Constitución nipona impedía al país recurrir al uso de la fuerza en conflictos internacionales.
Una vez que la Cámara Alta apruebe definitivamente la nueva Ley, Japón podrá defender a aliados como EU, si son objeto de un ataque armado, así como participar en operaciones de seguridad de Naciones Unidas. Tokio también podrá aprobar más fácilmente el envío de sus Fuerzas de Autodefensa a zonas en conflicto y ampliar el apoyo logístico y de otro tipo para misiones de paz en el extranjero.
Para los hibakushas así como para un 73% de la población, de acuerdo a una encuesta reciente publicada por la agencia EFE, la interpretación es lo suficientemente vaga como para justificar cualquier aventura militar en el futuro. Eso, dicen, es la negación de la esencia del Japón moderno y pacifista que se ha dedicado a su desarrollo y ha enterrado la vergonzosa historia de invasiones y crímenes de guerra cometidos hasta la Segunda Guerra Mundial.
Durante las masivas protestas de hace 15 días, el grito ha sido “¡Hibakusha, nunca más, no más Hiroshimas, no más Nagasakis!”, según reportan las agencias de prensa.
Y es que lo que los hibakushas tienen que decir sobre este tema siempre será importante para la sociedad japonesa.
En 1989 la asociación nacional de hibakushas publicó una serie de cuatro tomos con los testimonios de los sobrevivientes y desde entonces esa obra se ha convertido en uno de los más lacerantes recordatorios de lo que ocurrió los días en que cayeron las bombas. Cada historia tiene un macabro patrón común: la liquidación de Hiroshima y Nagasaki, la angustia, la enfermedad y el estigma en las décadas siguientes.
Una mujer anónima de Nagasaki, que tenía 19 años cuando cayó la bomba, describe en uno de esos libros a un vecino quien debía haber estado preparando el almuerzo. “Yo vi su esqueleto de pie ahí. Yo vi gente quemando los cuerpos de los muertos... Aquellos huesos blancos como el marfil diseminados por aquí y por allá”, dice el testimonio.
El pasado agosto, en una ceremonia conmemorativa por los 69 años del lanzamiento de la bomba, el hibakusha Nagasali Miyako Jodai criticó a al gobierno de Abe por su interés en el poder atómico y su agenda de seguridad, a la que llamó “una afrenta a la Constitución pacifista del Japón”. Hiroshi Shimizu, secretario general de Hiroshima Hidanko, una organización de hibakushas, se hace eco de este sentimiento. “Esta se ha convertido en una época muy peligrosa”, dice, y agrega que “la atmósfera en Japón ahora nos recuerda los 10 años de silencio luego de la guerra, cuando regía una ley de secreto estatal y los EU ocultaba los registros y hasta la existencia de los hibakushas”.
Según el primer ministro Abe, la diplomacia de los EU y hasta algunos medios de comunicación muy influyentes como el Financial Times (adquirido hace poco por el grupo japonés Nikkei), el cambio se justifica por el cambio geopolítico en la región. Ahora, dicen, la presencia expansionista de la China y la siempre amenazante actitud nuclear de Corea del Norte hacen necesario que el Japón pueda tener cierta capacidad disuasiva. En un editorial publicado el viernes, el Financial Times sostiene que “los cambios son justificables. El crecimiento de una China militarmente más musculosa altera el escenario de seguridad del Japón”.
La idea, por lo pronto, no ha gustado a la China. “Solemnemente pedimos al lado japonés que asuma las duras lecciones de la historia, que se aferren al sendero del desarrollo pacífico, que respeten las grandes preocupaciones de sus vecinos asiáticos y que no pongan en riesgo la soberanía china y los intereses de seguridad regional dañando la paz y la estabilidad”, dijo Hua Chunying, el vocero del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, según un reporte del The New York Times.
Para la mayoría de los japoneses, de acuerdo a varias encuestas, la decisión es una traición a las víctimas de las bombas y al pacifismo del Japón. Es por eso que se espera que este 70 aniversario sea un día triste para los hibakushas.