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Jerusalén.— El ataque incendiario cometido la madrugada del 31 de julio pasado contra una casa palestina en la aldea Duma, que terminó con la muerte de un bebé y su padre, y que se sospecha debe haber sido obra de radicales de ultraderecha nacionalista judíos —aunque aún no hay detenidos— conmocionó a la sociedad israelí, pero no sorprendió totalmente al Shin Bet, el Servicio de Seguridad Interna de Israel.
Si bien su énfasis ha sido y sigue siendo la lucha contra el terrorismo árabe que ataca a la población israelí, hace ya muchos años que el Shin Bet tiene también una “sección judía”, alerta ante la actividad de extremistas en el seno de su propia ciudadanía.
“Esto existe desde antes del asesinato de Isaac Rabin”, dice Lior Akerman, quien entre 1987 y 2011 fue miembro del Shin Bet y llegó a ser subjefe de una de sus principales divisiones. Akerman se refiere al magnicidio en 1995 del entonces primer ministro, que fue perpetrado por Yigal Amir, un joven israelí religioso de ultraderecha, residente en la ciudad de Herzliya, quien con su atentado quiso frenar el proceso de paz que Rabin llevaba adelante con los palestinos. La conciencia sobre el peligro del extremismo también de fuentes judías, no es nueva, pero los últimos sucesos la agudizaron claramente.
“En efecto, mi percepción es que ahora se comprende que el peligro es serio”, dice Akerman. “Creo que hasta ahora no se lo captó debidamente y ese fue un error. Pero el problema no está en el Shin Bet, que dispone de Inteligencia y medios para combatir cualquier terrorismo, sino en que los políticos permitan promulgar las leyes necesarias para que el Shin Bet pueda lidiar con el flagelo de modo efectivo”.
Un elemento clave, en su opinión, es la definición formal de los elementos peligrosos, como terroristas, “para poder usar las herramientas en su contra en forma mucho más determinante”.
Según Akerman, “hoy en día, todo palestino que está de acuerdo en sumarse a Hamas y llega a un encuentro con un contacto en una mezquita para concretarlo, ya puede ser detenido para ser investigado, se le puede llevar a prisión y se puede empezar a poner en funcionamiento todo el sistema de Inteligencia, pero estos jóvenes de los que hablamos hoy están libres, incitan atacan palestinos y también soldados israelíes, y no se les hace nada porque no están definidos como terroristas”.
Recalca que no se trata de mera semántica. “El Shin Bet tiene los medios para combatir la violencia venga de donde venga, pero opera en el marco de la ley, y si no hay una definición formal de terroristas, es difícil emitir en su contra órdenes de detención administrativa, presentar pruebas en su contra ante los tribunales, detenerlos para investigaciones prolongadas y sentenciarlos a penas largas”.
Akerman recalca que elementos de extrema derecha religiosa y nacionalista son peligrosos para el propio Israel, y no minimiza la dimensión cualitativa del problema. Pero sí pide destacar un punto clave en cuanto a la envergadura del problema. “Aquí estamos hablando de varias decenas de personas, quizás hasta 200, aunque hay un círculo más amplio que apoya declarativamente sus acciones”, subraya. “El problema principal del terrorismo con el que ha lidiado y sigue lidiando Israel, viene del lado árabe. Eso no quita, sin embargo, que haya que librar también esta guerra de la que se habla hoy. Es ineludible. Hay que librar ambas a la vez”.