Hace ya algunas décadas, la película Juegos de Guerra (Dir. John Badham, 1983) nos presentaba un escenario de ciencia ficción: dos jóvenes, con el mismo y rudimentario procedimiento que utilizaban para cambiar sus calificaciones de la preparatoria, irrumpían en la computadora responsable de administrar los recursos del gobierno de Estados Unidos para la defensa y ataque nuclear, para “jugar” a la Tercera Guerra Mundial.

El día de hoy el concepto de guerra cibernética ya no es de los dominios de Hollywood, hoy reside en la base militar de Fort Meade, Maryland, donde tiene su cuartel central el Comando Cibernético de Estados Unidos (USCYBERCOM).

Según documentación oficial, esta unidad es la responsable de varias tareas: dirigir el día a día en la protección y defensa de las redes de información del Departamento de Defensa; coordinar las operaciones del Departamento de Defensa para proveer soporte cibernético a las operaciones militares; dirigir las operaciones y defensa de aquellas redes informáticas que se establezcan y prepararse para cuando por instrucciones del Comando Unificado se establezcan operaciones completas de guerra en el ciberespacio.

El ejército estadounidense y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) reconocen que existe un nuevo espacio de batalla, (adicional al aire, tierra, mar y espacio) y que el dominarlo es indispensable dentro de la estrategia militar: el ciberespacio o espacio de la información. Esto implicó inclusive el reemplazar el anterior término “campo de batalla” para volverlo multidimensional.

La guerra y las unidades cibernéticas son ya una realidad, inclusive documentada y señalada dentro de los organigramas y manuales formales de la mayoría de los ejércitos de países avanzados. Recientemente el Pentágono anunció el fortalecimiento y la dimensión de las operaciones del Cibercomando: 13 equipos para defender a Estados Unidos “y sus intereses” contra los ataques de proporciones significativas, 68 equipos de protección de rutina, 25 equipos de soporte para análisis y planeación y 27 equipos de combate.

¿Significa esto que ya hemos visto las primeras batallas cibernéticas? La respuesta es sí.

Según el sitio hackmageddon.com durante abril de 2015 se registraron 87 ataques reales y documentados. Clasificándolos según el origen y propósito de los ataques, más de la mitad corresponden a crimen cibernético, pero 3.4% ya pueden ser clasificados como “actos de guerra cibernética”: el 2 de abril el portal frontpagemag.com, crítico de las políticas nucleares iraníes, fue víctima de un ataque sistemático presuntamente originado desde entidades oficiales en Irán o Irak; el 24 de abril las operaciones recíprocas entre Turquía y Armenia, cuando “hackers” armenios se atribuyen haber deformado o modificado más de mil 733 sitios turcos, incluyendo los del gobierno, y filtrado bases de datos de otros 63.

En respuesta, “hackers” turcos lograron “tirar” el portal central del gobierno armenio y algunos otros sitios oficiales así como el del Banco Central armenio. Entre los ocho incidentes de ciberespionaje se pueden identificar ataques provenientes de Rusia en contra de altos objetivos de la Casa Blanca, el Departamento de Estado, la OTAN, la República de Georgia y otros intereses del Kremlin. Israel, como todos los años, sufrió el 7 de abril la operación global #OpIsrael por parte de Anonymous, parte del 32.2% del “Hacktivismo” registrado, pero también identificó ciberespionaje a su infraestructura militar proveniente de hackers árabes.

Pero no sólo las infraestructuras gubernamentales o militares están en la mira de los atacantes cibernéticos; existen tres situaciones que ponen al usuario regular en un riesgo extremo ante estos ataques. En primer lugar, la gran mayoría de ellos no se originan de instalaciones o equipos formales de ciberguerra, trasladando el concepto de guerra de guerrillas a las nuevas tecnologías. Muchos de los ataques son conducidos por cibermilicianos, respondiendo a veces a operaciones viscerales y sin ningún objetivo definido, simplemente causar un daño a cualquier entidad o interés identificado con el país enemigo. Como en ningún otro campo de batalla, los usuarios “civiles” nos encontramos presentes en el de la ciberguerra; diariamente y cada vez más transitamos, vivimos, hacemos negocio y nos comunicamos utilizando internet y las nuevas tecnologías, desconociendo o ignorando las batallas que se libran a nuestro alrededor. Difícilmente tendríamos el mismo comportamiento si estuviéramos a mitad de un campo donde se libra una batalla de artillería.

El internet de las cosas. Y por último, “el internet de las cosas”. Poco a poco la interconexión digital ha migrado de las computadoras a los objetos cotidianos, desde el celular, el refrigerador o hasta el automóvil, llevando el espacio de batalla a nuestras carreteras y nuestros hogares.

En perspectiva, los esfuerzos por dominar la guerra en el ciberespacio son una realidad; algunos países han decidido implementar equipos formales de ataques y de defensa, otros recurren a guerrilleros de la época moderna y también debemos de tener en cuenta a los ciberterroristas que actúan por cuenta propia. Sabedores de que al día de hoy casi todos los sistemas del mundo que controlan la infraestructura crítica están conectados a internet, de alguna u otra manera podemos concluir que éste representa el objetivo militar por excelencia y que muy posiblemente éste será el espacio donde se desarrolle la próxima guerra de escala global. Esperemos que no se cumplan las palabras del físico Albert Einstein: “No sé con qué armas se peleará la Tercera Guerra Mundial, pero la cuarta será con palos y piedras”.

estrategiaenlinea.mx

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