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Toda la simbología de una visita papal pasa a un segundo plano cuando el Sumo Pontífice hace alusiones político-sociales.
Desde Paulo VI hasta ahora ningún Papa ha evitado esos temas. Juan Pablo II marcó un estilo con sus críticas al neoliberalismo y al culto a la personalidad, después de jugar su rol en la caída del Muro de Berlín.
Francisco marcó un hito con la mediación entre Washington y La Habana y ahora, en Ecuador, dejó el sello de su óptica, cuando llamó a que “todos formen parte de un diálogo”, que en Ecuador está ausente, y alertó sobre las tentaciones dictatoriales de algunos gobernantes.
“La unidad nos aleja de la tentación de propuestas más cercanas a dictaduras, ideologías o sectarismos”, dijo el martes en Quito.
No fueron pocos los que vieron en esas palabras una crítica directa a la situación política que atraviesa el país andino y los ruidos constitucionales que llegan no sólo del Palacio Carondelet (sede del gobierno ecuatoriano) sino también desde Caracas y otras capitales de la región.
Su presencia en Ecuador marcó una tregua entre la oposición, comandada por el alcalde de Guayaquil, Jaime Nebot, y el gobierno. Las multitudinarias marchas contra el estilo de gobierno del presidente ecuatoriano, Rafael Correa, se venían sucediendo en las últimas semanas y, al parecer, volverán a reeditarse ahora que el Papa está ya en Bolivia.
Los excluidos y las libertades, esas fueron las dos preocupaciones centrales del Papa durante la primera etapa de su gira sudamericana. En Brasil, hace dos años, puso el tema de la corrupción sobre la mesa y es la corrupción la que hoy erosiona el gobierno de la mandataria Dilma Rousseff.
De ahí que las palabras del santo padre en las últimas horas cobren otra dimensión.
“Es un hombre que no le esquiva el bulto a nada. Y el problema político está latente en todos nuestros países, como lo está aún el tema de la pobreza. Creo que su discurso en la iglesia de San Francisco, como el de la misa de Quito, debería ser escuchado no sólo por los presidentes, sino por los aspirantes a serlo”, opinió el diputado argentino Gustavo Vera, uno de los hombres más cercanos al Papa.
Se espera que en las próximas etapas de su gira, en Bolivia y Paraguay, haya más y nuevas definiciones de Francisco de contenido político. Después de todo, eso es lo que siempre le apasionó y lo que lo llevó, justamente, a obviar visitar su país, Argentina, “porque no quería aparecer envuelto en la campaña electoral”, afirman sus allegados.
El Papa no llegó a Sudamérica para hablar sólo de la necesidad de “evangelizar” y de que los hombres y mujeres de la Iglesia se olviden de los problemas de la feligresía, sino también a advertir, y alertar, sobre los desbordes del poder de turno.