Para algunos extranjeros adinerados, es el sueño de toda una vida, la gran aventura africana: la emoción de cazar un león. Ahora, la matanza de un famoso felino de Zimbabue ha causado repudio mundial y enfocado los reflectores en lo que muchos consideran una industria cruel, a veces ilegal, que amenaza la supervivencia de numerosas especies.
La caza está prohibida en Kenia y Botswana, cuyas economías dependen bastante del dinero generado por turistas que quieren disfrutar de excursiones a la selva o el desierto que combinen una sensación de aventura con alojamientos cómodos. Otras naciones, incluidas Sudáfrica, Namibia y Tanzania, la permiten, aduciendo que beneficia a las comunidades y permiten costear actividades destinadas a conservar la naturaleza. Los detractores, no obstante, sostienen que a menudo los gobiernos no hacen cumplir las regulaciones o estas son directamente ignoradas por operadores de excursiones inescrupulosos.
Hay quienes creen que eso fue lo que pasó en Zimbabue, donde un cazador profesional, Theo Bronkhorst, fue acusado esta semana de "no prevenir una caza ilegal" cuando trabajaba para Walter James Palmer, un dentista estadounidense que mató a Cecil, un conocido león con una distintiva melena negra, a comienzos de julio. Ecólogos dicen que se había atado un animal muerto a un auto para atraer el león en un parque nacional y que Palmer hirió primero a Cecil con un arco antes de darle el tiro de gracia con un arma después de rastrear al animal durante 40 horas.
Palmer, quien dice que siguió las indicaciones de sus guías profesionales y pensó que todo lo que hacía era legal, ha sido denostado desde todos los rincones del mundo en las redes sociales y programas televisivos y cerró temporalmente su oficina.
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