En un ambiente de histeria y excesivo celo policial, ante la advertencia de un posible atentado terrorista el próximo 4 de julio, la capital de Estados Unidos vivió ayer un ambiente de caos y nerviosismo tras una falsa alarma de atentado.

El incidente, tras la llamada de una empleada al 911, en la que aseguró haber escuchado disparos, derivó en escenas de empleados huyendo o atrincherándose dentro de sus oficinas, y grupos de oficiales organizando el desalojo de la misma base naval que hace dos años fue escenario de un atentado que dejó 12 personas muertas.

“Cuando escuchamos el grito de una mujer, diciendo que nadie se aproximara a la cafetería, nosotros nos encerramos en la oficina y nos organizamos en caso de ser atacados”, reveló David Fromm, un oficial que permaneció encerrado y a la espera del supuesto atacante hasta que la policía llegó para escoltarles fuera de la base naval.

“Fue como en 2013. Muchos  nos preguntábamos cómo era posible que volviera ocurrir”, añadió Fromm, en alusión al trágico incidente en el que Aaron Alexis, un contratista de 34 años, arremetió contra empleados de la base naval con un saldo de 12 muertos.

Tras un operativo de más de cuatro horas, que incluyó el reforzamiento de la seguridad del Capitolio,  aledaño a estas instalaciones, y de la Casa Blanca,  la alcaldesa de la ciudad, Muriel Bower, dijo que la intensa movilización de la policía, de los grupos de asalto y la aparatosa evacuación de cientos de empleados y oficiales de la base naval fue producto de una falsa alarma.

“La amenaza de un atentado  es muy seria”, dijo  el republicano Peter King al justificar la actuación de la policía en la base naval que colinda con el Capitolio, que algunos consideraron excesiva.

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