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Washington
Con los recuerdos presentes en la memoria de corto plazo, un funcionario de la administración del presidente Barack Obama que intervino durante dos años de arduas negociaciones con Irán —con la participación de aliados tan improbables como Rusia y China—, explicó la sensación que se vivió en el seno de la delegación estadounidense la madrugada del 14 de julio en Viena.
“Habían sido dos años de muy complejas negociaciones multilaterales en las que siempre teníamos la sensación de estar tratando de encajar las seis caras de un cubo rubik. Por fin, la última cara del cubo terminó por encajar en las primeras horas del 14 de julio. El principio de simultaneidad, que tanto nos había costado para que Irán aceptara cumplir con las condiciones negociadas y pactadas con el Grupo 5+1 que participó en el proceso, había sido alcanzado”.
La conclusión de las negociaciones entre Irán y el grupo de países encabezado por Estados Unidos, marcó el fin de trayecto de un proceso de más de dos años que inició su fase de tanteo desde 2002, cuando los servicios de inteligencia de EU e Israel dejaron al descubierto el programa nuclear secreto de Irán.
Desde entonces, la mediación de la Unión Europea y el empeño de la administración Obama por poner en práctica su doctrina de dialogar con el enemigo permitieron el inicio de una discusión a varias bandas con Teherán, mientras Israel manifestaba abiertamente su oposición.
A decir de observadores y funcionarios del gobierno que participaron en el proceso, el fin de las negociaciones, que se han enfrentado a un sinnúmero de obstáculos y a un pelotón de francotiradores (con Israel a la cabeza), demostraron que la diplomacia de Obama y la elección del presidente iraní Hassan Rouhani, en 2013, fueron dos elementos cruciales para alcanzar este acuerdo.
“No cabe duda de que la elección de Hassan Rouhani en 2013, y la diplomacia de la administración Obama jugaron un papel crucial en este proceso que se inició desde hace dos años con contactos y desencuentros continuos que, al final, se concretaron con la firma del acuerdo el pasado 14 de julio en Viena”, aseguró Suzanne Maloney, experta en Irán del Brookings Institution.
Desde el inicio de su campaña en 2008, el entonces candidato Barack Obama consideró que uno de los grandes errores del presidente George W. Bush había sido su política de no conversar con naciones enemigas como Irán.
Obama optó por el diálogo, convencido de que era mejor trabajar a favor de un proceso de distensión que garantizara el fin de la carrera nuclear en Medio Oriente. Pero, además, asegurarse el inicio de un contacto directo con un régimen que podría serle de gran ayuda en la difícil misión de conseguir la paz y la estabilidad en esa región, particularmente en países como Irak, donde la influencia de Irán puede ser de gran ayuda para sofocar la guerra que inició W. Bush y evitar la amenaza de la sectarización y ruptura de esa nación.
En el caso de Irán, la situación de la sociedad civil estrangulada por las sanciones impuestas por la comunidad internacional y el temor a un ambiente de revuelta, obligaron al presidente Rouhani a empujar un histórico proceso de negociación con el “gran Satán”.
“Las sanciones impuestas por Estados Unidos desde hace más de tres décadas, pero sobre todo las que fueron avaladas por la ONU y aceptadas por la Unión Europea en los últimos cinco años causaron un daño devastador a la economía iraní, con el ciudadano de pie como el gran perdedor, (hasta) llegar a un punto donde no tenía nada que perder a la hora de pedir un cambio”, opinó Maloney.
“Al gobierno de Teherán le convenía llevar a buen término estas negociaciones y sacar el mayor provecho de ellas para volver a poner en pie su sistema financiero y recuperar su vieja cartera de clientes en todo el mundo”, añadió en alusión a los más de 100 mil millones de dólares en fondos congelados a los que Irán podrá acceder una vez que se levanten las sanciones.
Teherán tendrá que aceptar la intromisión continua de los inspectores de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), quienes deberán asegurarse de que el régimen de Teherán no haga trampa y se interrumpa el proceso de levantamiento de sanciones que tendrá un carácter secuencial.
“Los inspectores de la AIEA tendrán un enorme poder a la hora de pedir a Irán el acceso a instalaciones civiles o militares que les generen sospechas. Si Irán se niega, podría llevar el caso al comité de naciones que encabeza EU y de ahí a la ONU, que podría decidir el retorno de las sanciones que Irán busca levantar para poder respirar económica y financieramente”, aseguró Robert Einhorn, del Centro Siglo XXI para la Seguridad y Control de Armamento.
En el último tramo de las negociaciones, uno de los capítulos más sensibles fue el del embargo de armas que Irán se empeñó en que fuera levantado, con el apoyo de Rusia y China. Tras un proceso de agónicas negociaciones, para evitar el colapso del acuerdo, se decidió mantener el embargo en pie por un plazo de cinco años para las armas convencionales y ocho en el caso de los misiles balísticos.
Tras el difícil parto del acuerdo, analistas coinciden en que a partir de ahora llega el momento de la verdad para que los presidentes Obama y Rouhani sean capaces de explicar y vender la conveniencia de este tratado mientras se enfrentan a los enemigos declarados como Israel, el sector más extremista del régimen iraní y la base conservadora del Partido Republicano.
En el caso de Obama, a pesar de que el liderazgo del Partido Republicano ha amenazado con rechazar los términos del acuerdo con Irán (aprovechando el complacido activismo del lobby judío), el presidente advirtió ya que vetará cualquier iniciativa en contra que ponga en riesgo esta oportunidad histórica. “Al final, Obama conseguirá que el acuerdo siga adelante, porque los republicanos no tienen los 67 votos en el Senado necesarios para superar su veto”, consideró Carl Meacham, del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS).
En el caso de Irán, a pesar de que el Consejo de Seguridad Nacional ha amenazado con vetar el acuerdo si supone una amenaza a la seguridad y la soberanía nacionales, la ilusión creada en las calles de Teherán, donde decenas de miles de ciudadanos han salido a festejar el fin del aislamiento, será la mejor aliada del presidente Hassan Rouhani para mantenerlo en pie y sacar a su país de una crisis económica que amenaza con transformarse en revuelta.