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La directora del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en Bangladesh, Stina Ljungdell, cifró ayer en 100 millones de dólares anuales el negocio del tráfico de personas en la bahía de Bengala y cuestionó la relevancia de las operaciones contra las mafias.
“Por lo que vemos en la prensa y oímos de nuestros contactos parece que los cerebros de la red en Bangladesh no han sido arrestados aún. Se trata más del escalafón bajo, del reclutamiento”, dijo Ljungdell en entrevista con la agencia EFE.
“Incluso si todos los criminales implicados fueran perseguidos judicialmente y puestos en prisión, habría nuevos delincuentes que se harían cargo del negocio, pues hay mucho dinero involucrado”, subrayó.
Según Ljungdell, el tráfico de personas en la bahía de Bengala genera 100 millones de dólares al año, por lo que la situación debe ser confrontada de forma integral para hallar una solución duradera.
Más de 5 mil miembros de la minoría musulmana rohinya y bengalíes que fueron capturados por traficantes han llegado desde principios de mayo a las costas de Tailandia, Malasia e Indonesia procedentes de Myanmar y Bangladesh en precarias embarcaciones. El éxodo marítimo estalló como crisis humanitaria a raíz de operaciones iniciadas contra las redes por Bangkok y continuadas por Kuala Lumpur.
Por su parte, las fuerzas de seguridad bengalíes en este periodo han arrestado al menos a 31 traficantes locales y otros cinco han muerto en tiroteos.
“No es suficiente con actuar contra los grupos criminales”, subrayó en referencia a estas acciones Ljungdell, que mantuvo que existen “potentes factores” tanto para abandonar los lugares de origen como para marchar a los de destino.
Según Ljungdell, la situación de los colectivos que optan por la inmigración es “desesperada”.
Los rohinyas (en Myanmar) tienen problemas para encontrar trabajo, casarse, falta de libertad de movimientos, son perseguidos, objeto de violencia. En Bangladesh no tienen estatus legal, pueden ser torturados, violados, les pueden robar las propiedades con impunidad”, denunció.
Aunque los apátridas rohinyas iniciaron la ruta, actualmente entre los inmigrantes indocumentados que parten de Bangladesh figuran una mayoría de ciudadanos pobres bengalíes que se han ido uniendo en los últimos años con el afán de encontrar mejor fortuna lejos de sus fronteras. La directora del ACNUR en Bangladesh aseguró que la solución a esta ola migratoria a la que se han unido “cientos de miles de personas” debería llegar mediante la cooperación regional.