Un estudio de la Universidad de Oxford señala que 47% de los tipos de trabajo que existen actualmente alrededor del mundo van a desaparecer en 15 o 20 años. Nos lo recuerda el periodista Andrés Oppenheimer en su más reciente libro Sálvese quien pueda, en el que analiza el futuro del trabajo en la era de la automatización.
Muchas cosas han cambiado en el mundo, pero de acuerdo al diagnóstico de Oppenheimer, vendrán cambios más drásticos. La gran empresa Kodak de fotografía quebró en 2012, cuando tenía en nómina a 140 mil empleados, rebasada por empresas como Instagram, en ese entonces con apenas 30 empleados (Facebook compró Instagram en 2012 por mil millones de dólares; en junio de 2018 su valoración estimada era de 100 mil millones de dólares).
Blockbuster, la cadena de tiendas de alquiler de películas, llegó a tener 60 mil empleados, antes de pasar a la quiebra por el empuje de Netflix. Empresas como AirBNB, Uber o Facebook están poniendo en riesgo imperios inmobiliarios, hoteleros, de transporte o de medios de comunicación. Pocas profesiones se van a salvar, según el diagnóstico de los expertos de Oxford.
Se avecinan tiempos difíciles, sobre todo para los países que no han apostado por una educación de calidad, basada en capacidades de innovación de los estudiantes. Las naciones que tienen una parte de su población dedicada a tareas laborales rutinarias (como empleos en el sector de la maquila) podrán ser sustituidos muy pronto por robots que harán de manera más precisa su trabajo. Con la ventaja de que un robot puede trabajar durante 24 horas al día, nunca pide vacaciones ni tiene un sindicato que amenace con irse a la huelga si no le suben el salario.
La enorme transformación que viene en las manufacturas va a ser parecida a lo que sucedió en la agricultura. En el año 1850 el 60% de la población de Estados Unidos trabajaba en el sector agrícola; en 1970 era apenas el 5%. Hoy es el 2%, el cual se apoya en las máquinas para producir los alimentos que requieren cientos de millones de personas.
Oppenheimer cuenta en su libro sus experiencias con robots que atienden hoteles y restaurantes y que sustituyen a recepcionistas y meseros. Suman miles los restaurantes en el mundo en los que los clientes ordenan lo que quieren comer a través de pantallas táctiles, pagan con su tarjeta de crédito y reciben su pedido en minutos a través de un sistema automatizado. Se requiere poco personal y casi ningún contacto humano. Los ahorros en gastos de nómina son enormes. Incluso hay robots en los despachos de abogados, haciendo tareas de rutina como revisión de contratos, búsqueda de información jurídica, etcétera.
En varios países los robots están apoyando el trabajo de los médicos, ya sea en tareas de diagnóstico o realizando cirugías. En los bancos el número de empleados va a disminuir, ya que los análisis de historiales crediticios y las decisiones sobre qué créditos otorgar y cuáles negar las van a tomar programas de software que tendrán acceso a bases de datos de los potenciales clientes y que van a analizar centenares de miles de documentos en segundos. De hecho, ya está disminuyendo a pasos acelerados el número de sucursales bancarias en los países más avanzados y la tendencia alcanzará a países como México en los próximos años.
¿Cómo hacer frente a este tsunami que va a transformar de manera radical el entorno laboral en el que muchos crecimos y nos desarrollamos? Los que peor panorama tienen son los trabajadores que no se preocuparon por mejorar su preparación académica. Ese será un primer elemento para aspirar a una buena fuente de trabajo. Un segundo rasgo tiene que ver con la actualización: lo que aprendimos en la carrera o incluso en un posgrado ya no nos va a garantizar un empleo de por vida. Hay que buscar una actualización permanente.
Al final del libro, Oppenheimer nos ofrece una lista de los empleos que tendrán mejores perspectivas en el futuro. Entre ellos están los asistentes de salud, los analistas e ingenieros de datos, los asesores de ventas, los cuidadores y programadores de robots, los artistas y creadores de entretenimiento, etcétera. Ya lo saben: o se actualizan o se van a quedar sin empleo. Que nadie diga que no fue advertido a tiempo.
Investigador del IIJ-UNAM