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Hace unos días la Barra Mexicana, Colegio de Abogados AC organizó un evento sobre el uso de la inteligencia artificial en el trabajo de los abogados. Me sorprendió la asistencia de cientos de abogados, que se interesaron en el tema porque saben que así como la tecnología ha generado avances disruptivos en muchos ámbitos de la economía, también va a impactar directamente en el quehacer de los profesionales del derecho.
Las computadoras y programas de software pueden ayudarnos a los abogados a mejorar nuestra productividad, pueden auxiliarnos en la búsqueda de información jurídica relevante para los casos que atendemos.
La profesión jurídica debe abrirse y estar preparada para los avances tecnológicos. Si cerramos los ojos ante lo que viene, lo más probable es que el tsunami nos arrastre y cada vez haya más abogados que se quedan obsoletos.
De hecho, la tecnología está replanteando los fundamentos mismos del ejercicio profesional. Por ejemplo, hasta ahora los abogados teníamos una base geográfica para el ejercicio profesional. Hoy en día hay despachos que dan asesorías por internet. Un programa de software que diseña contratos puede estar instalado en cualquier punto del planeta y atender a clientes donde se encuentren.
Otro fundamento que está siendo trastocado tiene que ver con el monopolio de los abogados para atender temas jurídicos. En varios países son empresas integradas por ingenieros (asociados con abogados), los que prestan asesoría jurídica automatizada. Esto implica que vamos a enfrentar un nuevo tipo de competencia: la de quienes no son abogados pero prestan también servicios jurídicos.
Empresas como IBM están desarrollando programas de asistentes jurídicos que tienen la capacidad de procesar millones de documentos en pocos minutos. Algunos de esos programas sirven incluso para hacer estimaciones sobre las probabilidades de éxito en determinado tipo de litigios, de modo que podamos saber si vamos a ganar o perder o si, en caso de ganar, a qué monto de indemnizaciones podemos aspirar (por ejemplo, en casos de demandas por daños o en litigios contra aseguradoras).
En el futuro, el ejercicio de la profesión jurídica será mucho más especializado. En vez de ser solamente abogados, seremos “analistas de datos jurídicos”, “diseñadores de software jurídico”, “supervisores de programas automatizados”, “administradores de programas de cumplimiento normativo”, etcétera.
¿Llegarán algún día los programas de cómputo a dictar sentencias y sustituir a los jueces de carne y hueso? A esa pregunta, actualmente miles de abogados mexicanos contestarían que no, que eso es imposible, que jamás se va a dar. Lo que no saben es que ya se hace: el sistema automatizado de solución de controversias de eBay resuelve siete veces más disputas que todo el sistema judicial de Estados Unidos, sin que tenga que intervenir —al menos en la etapa inicial— ningún ser humano.
En varios países se han hecho encuestas a despachos de abogados, para preguntarles si estarían dispuestos a invertir en avances tecnológicos. La respuesta ha sido abrumadora: un 90% dijo estar de acuerdo en hacer fuertes inversiones en tecnología para facilitar y hacer más eficiente su trabajo. Lo que se busca es contar con apoyo en tareas administrativas, ayuda en el análisis de datos, planificación anticipada de las actividades, uso de datos para toma de decisiones, facturación automatizada, gestión de la cobranza, herramientas para gestión de proyectos, etcétera.
El trabajo de los abogados va a cambiar de manera radical en los próximos años. Aquellos despachos que no cuenten con las nuevas tecnologías o que no se apoyen en servicios tecnológicos, se irán quedando poco a poco fuera de juego. Por eso es que debemos estar alerta y observar las nuevas tendencias, a fin de adaptarnos al cambiante mercado de servicios jurídicos. Desde luego, todo eso obligará a cambiar también el modelo de enseñanza del derecho. Los estudiantes deben dejar de repetir de memoria las leyes y los códigos, para empezar a aprender cuestiones de programación y gestión de programas automatizados.
El futuro nos alcanzó. Es responsabilidad de cada uno saber cómo hacerle frente. Pero nadie puede hacerse el sorprendido y decir que no lo sabía. Las advertencias ya están lanzadas.
Investigador del IIJ-UNAM.
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