En 2003, un joven constitucionalista de apenas 42 años tomaba posesión del cargo de ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Nunca en la historia de la Corte había llegado a esa posición una persona con tan vasta preparación académica: estudios de licenciatura en la Universidad de Colima, posgrados en la UNAM y en España, estancias posdoctorales en Estados Unidos, una impresionante obra jurídica a través de decenas de libros y centenares de artículos, miles de cátedras y conferencias en México y el extranjero.

Dentro de días, 15 años después de su llegada al máximo tribunal del país, José Ramón Cossío Díaz —vecino de página aquí en EL UNIVERSAL— se despedirá del cargo que con tanta dignidad ha desempeñado.

Sus contribuciones a la historia constitucional del país serán estudiadas y analizadas por los especialistas en los años por venir. Yo me quedaría con dos de sus principales aportaciones a la vida jurídica de México: gracias a Cossío y aprovechando la sentencia del caso Rosendo Radilla Pacheco de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, llegó a México la doctrina del control de convencionalidad y se ordenó a todos los jueces mexicanos que aplicaran los derechos humanos contemplados en tratados internacionales. Era algo que se había buscado desde hacía 60 años y se plasmó gracias a una ponencia del ministro Cossío y al voto favorable de la mayoría de los integrantes del Pleno de la Suprema Corte.

La otra gran aportación de Cossío, desde mi punto de vista, es su permanente atención a los temas del conocimiento científico, como palancas para poder tomar buenas decisiones judiciales. En temas que van desde el aborto hasta las telecomunicaciones, desde los análisis de ADN hasta el detector molecular utilizada por la Sedena supuestamente para detectar armas de fuego, la actitud de Cossío siempre fue: “vamos a consultar a los expertos y con base en lo que nos digan los que más saben, tomamos como jueces constitucionales una decisión fundada”.

Quedarán para el recuerdo sus encontronazos dialécticos con algunos de sus compañeros integrantes del Pleno de la Corte. En sus inicios en la Corte, Cossío debatió fuerte con los ministros Mariano Azuela y Sergio Aguirre Anguiano, los cuales no dejaban de intentar refutar una y otra vez al joven e impetuoso Cossío. Alguna vez lo sacaron tanto de sus casillas que, en un gesto inédito en el Pleno de la Corte hasta donde tengo noticia, de plano se paró y abandonó la sesión enfurecido.

En los últimos años el nivel argumentativo en la Corte ha declinado ostensiblemente y pocos han estado a la altura discursiva de Cossío. El único ministro, con una preparación semejante, que se sumó a la Corte en el año 2009 y que ha realizado una tarea verdaderamente titánica es Arturo Zaldívar. Con él también ha discutido Cossío. Pudiendo haber sumado fuerzas, por alguna extraña razón, con frecuencia Zaldívar y Cossío han sostenido posturas enfrentadas. Muchos en la comunidad jurídica lo hemos lamentado, ya que se trata de dos de las personas más brillantes del panorama jurídico mexicano.

A los 57 años, desde el punto de vista intelectual, todavía se está en plenitud de facultades. Además de regresar a la cátedra y de seguir con sus tareas en el Colegio Nacional y en las demás instituciones de las que forma parte, Cossío puede seguir aportando mucho al país. Cuenta con un bien ganado reconocimiento nacional e internacional, lo que sin duda le abrirá muchas puertas.

Ojalá, ahora que tenga más tiempo, se decida a escribir sus memorias como ministro. Pero no para narrar los casos que le tocó resolver y para contarnos los criterios jurídicos que, con su talento, pudo lograr que fueran aprobados, sino para permitirnos vislumbrar la vida interna de la Corte y la forma en la que pudo insertarse en esa dinámica una persona talentosa que no venía de la carrera judicial. Estoy seguro de que en sus 15 años como ministro, Cossío pudo ser testigo de cosas buenas de sus compañeros, pero también de muchas trapacerías, de las presiones que sufren en su trabajo, del cuestionable desempeño de los litigantes, del cabildeo que realiza el gobierno. Si se decide a contar todo eso en un libro, estoy seguro que sería el más leído de todos los que ha escrito.

En todo caso, le estamos muy agradecidos, señor ministro Cossío, por haber servido con tanta entrega y fervor a la causa de la justicia en México. No tengo duda de que, luego del último día de noviembre, se le va a extrañar (y mucho) en la Suprema Corte.


Investigador del IIJ-UNAM.
@MiguelCarbonell
www.centrocarbonell.mx

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