Dejemos por un momento de lado que haya reconocido haber hecho trampa para llegar a la boleta. No tomemos en cuenta su pésimo desempeño como gobernador de Nuevo León. Olvidemos sus faltas de respeto a las mujeres, sus mentiras recurrentes o de plano su falta de estabilidad psicológica. Tampoco hagamos caso de que se haya presentado en el debate del domingo con una bala en la mano. No juzguemos la enorme frivolidad de acudir a un debate sin tener propuesta alguna que ofrecer, pero anunciando que las va a empezar a reunir gracias a que los ciudadanos le van a enviar mensajes de WhatsApp.
Nada de lo anterior es desdeñable, pero quisiera centrarme en un despropósito mayúsculo que no se debería pasar por alto, de entre todas las salidas de tono de Jaime Rodríguez Calderón, El Bronco. Me refiero al hecho de que le faltó al respeto a los abogados del país al afirmar que los delincuentes están en la calle gracias a nosotros, ya que promovemos amparos para sacarlos de la cárcel.
Hacía mucho tiempo que no se escuchaba en un espacio de tanta relevancia una afirmación tan mentirosa, tan carente de sentido y tan estrafalaria. No podemos dejarla pasar como si fuera una ocurrencia, una travesura o pensando que “así es El Bronco, nunca va a cambiar”.
Si como gobernador de Nuevo León no fue capaz de cumplir con su promesa de meter a la cárcel a su antecesor en el cargo no es culpa ni de los abogados ni de que se interpongan amparos para proteger la libertad de las personas.
Para empezar hizo muy mal al prometer algo que en ninguna circunstancia iba a poder cumplir. Quien determina que se encarcele a una persona no es un gobernador (afortunadamente), sino un juez. En segundo lugar, las investigaciones por corrupción en el caso de Rodrigo Medina de la Cruz cuando estuvo al frente del gobierno en Nuevo León, se enfrentaron a enormes obstáculos, los cuales impidieron reunir las pruebas necesarias para enjuiciarlo. Ante la falta de pruebas y la muy discutible actuación de algunos de los Ministerios Públicos que llevaron el caso, era lógico que los abogados de la defensa hicieran valer los recursos previstos en la ley para garantizar la libertad de su cliente. Cualquier abogado lo hubiera hecho. Ese es nuestro trabajo.
Los índices delincuenciales no han dejado de subir porque no hemos logrado combatir la impunidad, no por culpa de los abogados. 93% de los delitos cometidos ni siquiera son denunciados (datos de INEGI en la encuesta Envipe). De los que sí son denunciados, en la mitad de ellos no se hace ninguna investigación. De los que sí se investigan, en muchos de ellos no se reúnen pruebas o no se localiza al presunto responsable. De los que se llevan ante un juez, un número considerablemente alto (entre un 80% y un 50% dependiendo de la entidad federativa) termina con una sentencia condenatoria o con un reconocimiento de responsabilidad del imputado a través del llamado “procedimiento abreviado” previsto por la ley.
Esa es la realidad. ¿En qué parte se le ocurre a don Jaime que intervenimos los abogados para fomentar la delincuencia?, ¿se creerá que estamos afuera de las agencias del Ministerio Público convenciendo a las víctimas de que no denuncien y que el 93% de ellas nos hacen caso?
En realidad, lo cierto es que hay muchos inocentes en las cárceles. De ninguno de ellos se acordaron los candidatos y candidata en el debate. La realidad es que la policía sigue torturando, el Ejército sigue desapareciendo personas y la Marina ejecuta civiles que iban pasando en la escena de un operativo. De eso nadie se acordó el pasado domingo en la noche. Pero es responsabilidad de los abogados hablar por esas víctimas del abuso de poder, por esos seres humanos de los que nadie se acuerda, pero que merecen ser defendidos.
Ojalá que don Jaime nunca deba enfrentar una acusación penal en la que lo sentencien sin pruebas, ojalá que nunca lo torturen en un separo policiaco, ojalá que nunca tenga que verse defendido por malos abogados que no usen al amparo para proteger sus derechos como acusado, ojalá que nunca deba pasar tiempo en una cárcel en la que no hay agua y en la que duermen 40 en un dormitorio diseñado para 6 personas. Todo eso pasa en México, don Jaime. Y contra eso luchamos, día tras día, los abogados. Piénselo dos veces antes de volver a descalificar nuestro trabajo.
Investigador del IIJ-UNAM.
@MiguelCarbonell
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