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Hay un capítulo dedicado a los abogados en el más reciente libro de Andrés Oppenheimer sobre el futuro del trabajo. El autor nos advierte que el 47% de los trabajos que conocemos actualmente están en riesgo de desaparecer en los próximas dos décadas. La abogacía no es uno de ellos, aunque sin duda será fuertemente impactada por los avances tecnológicos.
Lamentablemente, muchos colegas abogados piensan que todo va a seguir igual y que no hay nada de qué preocuparse. Eso es lo mismo que pensaban los dueños de los caballos en Estados Unidos, antes de que aparecieran los coches. O lo que decían los taxistas antes de Uber o los dueños de Kodak antes de Instagram.
Lo cierto es que harían bien los abogados en ponerse las pilas y comenzar a ver lo mucho que ya está cambiando en el mercado de servicios jurídicos. Aunque en México siempre llegamos con retraso a las innovaciones tecnológicas, no cabe duda de que también sentiremos muy pronto el efecto de la “robotización” de la abogacía.
Por ejemplo, Oppenheimer recuerda que las disputas resueltas en plataformas virtuales entre compradores y vendedores de eBay suman el triple que el total de juicios ventilados en todos los tribunales de Estados Unidos. ¿Qué va a suceder con la profesión de juez o con los litigantes cuando esas plataformas se extiendan cada vez más y las personas resuelvan allí sus disputas legales?
Hoy existen páginas de internet que por cantidades muy bajas de dinero proveen a usuarios de documentos jurídicos básicos como un contrato de arrendamiento, un testamento u otros documentos. Esa tecnología permite ahorrar mucho dinero contratando los servicios de los “abogados robots” en vez de gastarlo en interminables consultas con los abogados de carne y hueso.
Los sistemas de inteligencia artificial pueden calcular las posibilidades que tiene una persona de ganar o perder un juicio. Ese cálculo permitirá evitar muchos pleitos que a veces son artificialmente incentivados por los abogados, en aras de aumentar sus honorarios profesionales. Si una persona sabe que tiene un 80% de posibilidades de perder un juicio, ¿de todas formas va a gastar su dinero contratando a un abogado o va a buscar otra manera de resolver su asunto?
Los programas de inteligencia artificial son capaces de analizar millones de documentos judiciales y establecer un ranking de los despachos jurídicos, con base en el número de asuntos que ganan o pierden, permitiendo que el cliente contrate solamente a despachos ganadores. Esa puede ser una herramienta que termine de enterrar a los despachos mediocres o francamente malos, que sin duda los hay. De hecho, puede aplicarse incluso al interior de cada despacho, para que los socios decidan si vale la pena o no mantener en la nómina a sus abogados.
Los robots quizá también ayuden a mejorar el desempeño y la imparcialidad. Algunos estudios citados en el libro señalan que los jueces penales emiten sentencias más severas antes de la hora de la comida y suelen ser más suaves las que dictan después de haber comido. Los mismos jueces solamente pueden trabajar durante una jornada laboral normal y necesitan tomar vacaciones; eso —junto a la enorme carga de trabajo que deben enfrentar— hace que los juicios sean muy tardados. Los futuros “jueces-robots” podrán trabajar durante las 24 horas del día, los 365 días del año. Revisarán el derecho aplicable en cuestión de segundos y encontrarán sin dificultad el precedente que deben considerar para emitir su fallo.
Todo eso no significa que los abogados van a desaparecer, pero sería muy ingenuo pensar que la tecnología no afectará al sector de los servicios legales. El impacto de la robotización ya se está sintiendo en los países más desarrollados. Los abogados que solamente hacen tareas rutinarias son los que más pronto serán reemplazados.
Los demás tendrán que saber utilizar las nuevas tecnologías para desempeñarse con éxito en un ambiente laboral muy competido, en el que también estarán presentes otros profesionistas; Oppenheimer nos recuerda que los “cuatro grandes” despachos de auditoría y contabilidad (Deloitte, EY —que antes se llamaba Ernst&Young—, KPMG y PwC) ya están reforzando sus áreas de servicios jurídicos. Por ejemplo, los servicios jurídicos de EY ya están presentes en más de 65 países y PwC ya está dentro de los 10 despachos jurídicos más grandes del mundo por número de abogados.
Así que ya lo saben, estimados colegas: el futuro nos alcanzó. O nos modernizamos o pronto tendremos que buscar otro trabajo.
Investigador del IIJ-UNAM.
@MiguelCarbonell