La diferencia entre el militar y el político es que el primero logra la victoria sometiendo al oponente y para el segundo la victoria significa conciliar sus objetivos con el oponente. Es así que en mi opinión y por experiencia, la más noble misión de la política es la conciliación, para propiciar la búsqueda de la unidad en la diversidad y la construcción de bases permanentes de convivencia en una sociedad plural, libre, diversa y dinámica.

A lo largo de la historia de los pueblos se relatan los periodos de división y de unidad; los primeros destruyen las creencias del ayer y los segundos construyen la visión del mañana.

Al igual que muchas naciones, la construcción de las bases fundamentales del Estado mexicano descansa en tres premisas fundacionales. Por una parte, la preeminencia del estado de derecho sustentado en el orden constitucional, en segundo lugar, la defensa de la soberanía nacional, y en tercer lugar, y definitivamente la más importante, es la preservación de la paz social como sustento de un clima permanente de libertades y progreso. De ahí viene la importancia de fomentar la armonía y la cohesión social como elemento cardinal de la viabilidad futura de nuestra nación.

No hay hora y ni fecha para definir el momento en que la hostilidad verbal, el insulto y la agresión hicieron su aparición en el discurso político de las democracias contemporáneas. Se piensa de manera confusa que la honestidad debe estar verbalizada con el insulto, la degradación del oponente o simplemente su desprecio. La contribución de esta forma de comunicación y ejercicio de la política ha sido más negativa que positiva.

La estridencia política que promueve la exacerbación de los extremismos ha despertado diferencias que se pensaban superadas. Las mismas temáticas de las agendas que se debatían en el pasado, que buscaban construir un entorno amplio, que aceptara las diferencias y redujera los extremismos son las que ahora usan las campañas electorales para lucrar políticamente con esas diferencias. La historia nos muestra cómo en la confusión que genera la confrontación social, intereses ajenos y en ocasiones externos encuentran el campo de cultivo adecuado a sus ambiciones.

Ante esta súbita reaparición de dicotomías sociales, presenciamos la xenofobia y la supremacía racial en los Estados Unidos; Gran Bretaña confrontada por el Brexit; España amenazada con su fragmentación territorial; Francia tratando de superar el reclamo hostil que busca imponerle al gobierno otras prioridades económicas; y Venezuela que no logra remontar la grave crisis económica y social, agravada por un inusitado gobierno dual, así como otras naciones que intentan transitar hacia una democracia o combatir las nuevas formas de dictaduras suaves que buscan perpetuarse en el poder.

Es momento de reflexionar acerca del ejemplo que se le está dando a las nuevas generaciones, donde la sociedad digital coexiste cómodamente con los extraños-lejanos y es delicada, crítica y hostil con aquellos que están cercanos.

La concordia es la meta de toda sociedad convulsa por la división. Es por ello que después de la Revolución Francesa en París, el lugar donde se construyó el patíbulo ominoso y sanguinario de la guillotina no se recuerda con ese nombre, sino como el sitio en el que se hizo el llamado a superar las causas de tantos años de confrontación, denominada Plaza de la Concordia.

En las letras hay exhortos oportunos como escribió Jules Michelet en El estudiante: “¡Abandonad vuestras vanas querellas,  toleraos los unos a los otros, pobres insensatos! La tolerancia y la beneficencia es la vía del género humano”.

Rúbrica. “Lis de Veracruz: Arte, Ciencia, Luz”. Mi felicitación a la comunidad académica de la Universidad Veracruzana por sus primeros 75 años cumpliendo su noble misión.


Político, escritor y periodista.
@AlemanVelascoM

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