“El populismo es un veneno”, expresó la canciller Angela Merkel en el Foro Económico Mundial en días pasados, como respuesta a la convocatoria que hiciera el Dr. Klaus Schwab, quien opinó que una vez superadas las más severas consecuencias de la crisis económica del año 2008 es pertinente revisar el alcance del contrato social que rige a los sistemas políticos de nuestro tiempo.

Esta cumbre de líderes logró superar las temáticas de coyuntura que en años pasados habían venido dominando los debates, y se exploraron los elementos que puedan concebir una visión de largo plazo de la nueva misión del Estado moderno, lo que nos obliga a revisar algunos de los principios vigentes que Juan Jacobo Rousseau presentó en su obra El Contrato Social, publicado en 1762. En estos tiempos donde han resurgido sentimientos xenófobos, racistas y de exclusión social extrema que creíamos superados, vale la pena tener presente el paradigma de la noción fundamental que ofrece el autor al aseverar que “todos los hombres (entendidos como seres humanos) son iguales y libres por naturaleza”, y la decisión de convivencia pacífica colectiva bajo un sistema de autoridad organizada que se sustenta en un Contrato Social que da fundamento a la vigencia del Estado.

Dentro de los muchos aciertos y definiciones de dicha obra, que han sido sustento del pensamiento político contemporáneo, es oportuno recordar que: “el gobierno para ser bueno, debe ser relativamente fuerte en la medida que la población es más numerosa”. No obstante, advierte el autor que prevalece el riesgo para el ciudadano, pues “cuanto más crece el estado más se limitan las libertades”. Por eso es importante contar con un diseño institucional que fortalezca las instituciones y el estado de derecho como condición necesaria de paz social. La trascendencia de este texto reconoce la necesidad de contar con una clase media que sea la base de la estabilidad política y la productividad económica.

La nueva visión incorpora que es fundamental tomar en cuenta las lecciones históricas para superar la tentación simplista de imponer una estrategia de redistribución forzada cuyos resultados han sido desastrosos.

Las nuevas tecnologías impondrán profundas transformaciones al modo de vida actual; los mercados y sistemas productivos sufren una revolución digital con alcances insospechados. Basta razonar qué hubieran hecho los genios, artistas, pensadores, líderes políticos e inventores del ayer si contaran con las grandes tecnologías de nuestro tiempo.

De ahí la importancia de analizar los elementos que permitan abrir los espacios para que las interacciones sociales construyan un proyecto nacional más participativo, distributivo y competitivo, para imaginar un proyecto de nación de largo plazo con un diseño institucional que transforme los programas de subsidio a minorías en condiciones y oportunidades simplificadas y accesibles para la configuración de un modelo de vida que permita la superación personal y la formación de un patrimonio. El futuro de México no puede estar condicionado por rencores internos ni amenazas externas. Son los ciudadanos libres quienes fortalecen a los estados soberanos.

El individuo del siglo XXI cuenta con prodigiosas herramientas para abrir su mente a la innovación, la modernización y la superación de nuestros condicionamientos para lograr ser cada día más libres, más corresponsables con sus semejantes y con ideales más altos para su superación personal e intelectual. El primer paso para cambiar el futuro es imaginarlo.

Rúbrica. Las barreras de un muro inexistente; la repetición de la amenaza del famoso muro ya es más tediosa que la letra de la canción “una mosca parada en la pared”.


Político, escritor y periodista.
@AlemanVelascoM
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