La confusión es un arma de doble filo en el escenario político. Uno de los fenómenos más delicados de la competencia democrática contemporánea es el uso o el abuso de la pre-verdad como un complejo instrumento de propaganda política para construir una percepción que siembre incertidumbre o alarma en la sociedad.

En las pasadas elecciones presidenciales, los genios de las redes sociales y la comunicación política se basaron más en la creación de diversas percepciones alarmistas que en la construcción de una cultura de verdades sustentadas en datos confiables. Por ello repaso algunas de las erróneas amenazas comentadas ante la victoria electoral de Morena. A la fecha esas pre-verdades de dudoso sustento han resultado inexistentes.

Entre las primeras especulaciones se advertía que si la decisión electoral no favorecía al candidato de Morena habría una crisis de violencia social sin precedente. La construcción de instituciones y leyes sustentan la vida democrática de México; tiene cimientos sólidos y cualquiera que hubiera sido el resultado, como lo vemos ahora, tendría la credibilidad, la certidumbre legal y el mandato constitucional aplicable.

En contraste, los opositores a la victoria de López Obrador pensaban que habría toda una embestida contra las actividades productivas del sector privado; se escucharon voces de alarma respecto a la revocación de la autonomía del Banco de México, así como una supuesta fuga masiva de capitales, el abandono de la política de estabilidad de las variables macroeconómicas fundamentales, con sus efectos inmediatos en altas tasas de inflación y devaluación del tipo de cambio.

Otros más decían que la propiedad privada estaba amenazada en todas sus acepciones, predominantemente en materia inmobiliaria o en los depósitos bancarios, y de igual manera se imaginaban posibles expropiaciones pues se creía que se intentaría construir un sistema de gobierno donde las actividades productivas y empresariales estuvieran totalmente controladas por el Estado.

Se comentaba, irresponsablemente, que el país daría un retorno al pasado, o peor aún, un salto al vacío por creer que ciertos postulados extremistas del Foro de Sao Paulo serían de observancia obligatoria en nuestro país. De igual manera otros temían que la libertad de expresión estaría limitada para edificar un aparato avasallador de propaganda política y de culto a la personalidad. También se argumentaba que el objetivo del nuevo gobierno sería imponer una reforma constitucional para la reelección presidencial o la ampliación indefinida del mandato.

Se advertía un grave conflicto por un supuesto choque de personalidades entre los presidentes de Estados Unidos y de México, con un muro infranqueable, sin importar los altos costos políticos y económicos para nuestro país. México no se convirtió en Venezuela ni se ha avasallado el equilibrio de poderes.

A un año de la elección, todo esto no pasó. Los malos presagios no se han cumplido. Durante mi mandato como gobernador de Veracruz coincidí en varias ocasiones con el presidente cuando era Jefe de Gobierno de la Ciudad de México. Conocí su gran preocupación por la pobreza y la marginación.

Amigo lector, ante tanto rumor, especulación, noticias falsas o confrontaciones sociales sin sustento, quizá es buen momento para que todos los mexicanos nos dediquemos a aportar nuestro mejor esfuerzo para contribuir al crecimiento de nuestra economía y a la equidad de nuestra sociedad. Hoy recobra vigencia el lema de mi campaña de gobernador: “En vez de hablar, mejor vamos a trabajar”.

Rúbrica. Entre el sargazo y el granizo. Ante la evidente crisis climática no faltará una mente emprendedora que quiera vender raspados de alga marina, ¡con supuestas propiedades afrodisiacas!


Político, escritor y periodista.
@AlemanVelascoM
articulo@alemanvelasco.org

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