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Es el título del primer libro publicado en 1759 por Adam Smith; un tratado que analiza las razones por las cuales el individuo desarrolla las capacidades de hacer o no hacer, en función de sus valores, intereses, ambiciones y creencias.
Es un documento precursor de La riqueza de las naciones, texto fundamental de la ciencia económica, publicado en 1776.
Sus escritos demuestran la preocupación por el bienestar de la sociedad en un clima de libertades, justicia, competitividad y los valores éticos del individuo.
En este tratado, Adam Smith explora uno de los elementos más interesantes que anteceden al análisis psicológico, que él define como el espectador de los actos humanos.
El acto de gobernar transita por un proceso de evaluación moral, donde la sanción es jurídica, pública y definitiva. De ahí el imperativo categórico que tiene hoy el Estado moderno de considerar con mayor jerarquía la bondad de la naturaleza humana como fundamento de la democracia y las libertades.
Una vez que estos valores se obtienen no se deben perder. Cuando se logra que los ciudadanos sean respetuosos de la ley, corresponsables de sus semejantes y sobre todo limitados en sus ambiciones, el Estado debe velar con el ejemplo por la permanencia de esos principios. Es de particular importancia que después de más de doscientos años el libro La teoría de los sentimientos morales mantenga su vigencia y su contenido, pues difícilmente podrá ser superado.
Hoy vemos que en varios países se critica a la democracia, como si ésta fuera responsable de los actos fallidos de sus gobernantes, cuando son ellos los responsables de tergiversarla a su conveniencia.
Hoy más que nunca la moralidad, la verdad, la responsabilidad, la justicia, la libertad y la democracia son los valores que todo individuo del siglo XXI debe reconocer como permanentes e inmutables, para estar en condiciones de exigir una rendición de cuentas permanente a sus gobiernos.
Con esa tradición del pensamiento liberal se impulsa el crecimiento económico, se fortalece el comercio, se favorecen las libertades y se redistribuye la riqueza.
Actualmente vemos con preocupación que las grandes potencias cierran las fronteras con una actitud proteccionista, racial y comercial, para evitar que las corrientes migratorias exijan derechos económicos, políticos y sociales en su territorio.
Amigo lector, ante la avalancha de argumentaciones críticas en nuestro escenario político, vale la pena preservar nuestras más altas aspiraciones que fortalezcan el valor institucional del Estado mexicano.
El siglo XXI no puede ser un siglo de neocolonialismo ideológico ni económico, debe de ser una época de fortalecimiento de la independencia, tanto de las naciones como de los individuos, que son valores intrínsecos de la soberanía de un país y de la naturaleza humana. De ahí la importancia de elevar el nivel del debate nacional respetando la dignidad del opositor, como principio ineludible de la permanencia de nuestro régimen democrático.
Muchas son las lecciones que nos ha dado la historia desde Adam Smith hasta Los Sentimientos de la Nación, de José María Morelos, como referentes de una cultura política que trasciende generaciones.
Rúbrica. Reino des-unido. El controvertido Boris Johnson puede pasar a la historia como el último Primer Ministro del Reino Unido, donde las provincias que tardaron mil años en integrar uno de los imperios más grandes de la historia se desmorona en tres años de populismo proteccionista.
Político, escritor y periodista. @AlemanVelascoM
articulo@alemanvelasco.org