¿Dónde se educan los dictadores que siempre acaban haciendo lo mismo? Las dictaduras parecen sacadas de un libro de texto y su mejor antídoto es que todos los ciudadanos seamos profesionales de la democracia. Una cosa es derrocar a un dictador y otra más compleja es superar las inercias de una dictadura.
El pasado domingo 27 de enero se conmemoró el 74 aniversario de la liberación del campo de exterminio de Auschwitz de las manos del régimen nazi. Este es quizá uno de los más vergonzosos actos de una dictadura. Diariamente las cadenas de televisión de historia de los Estados Unidos transmiten la imagen de Adolfo Hitler en una estrategia que más que una denuncia parece propaganda.
El nuevo orden internacional resultante de la Segunda Guerra Mundial logró condenar las dictaduras fascistas. No obstante, el objetivo de paz tuvo como prioridad un modelo económico para el desarrollo y dejó la puerta abierta para que las ideologías extremistas pudieran imponer mandatos unipersonales.
Desde la antigua Roma hasta nuestros días, el alcance de la autoridad del gobernante está en continuo debate. Actualmente la democracia a nivel mundial continúa amenazada por quienes abusan de las libertades que son fundamento de su propia estructura. En la actualidad 167 naciones se consideran democráticas, pero hay indicadores que muestran que el grado de consolidación de su régimen político está en riesgo.
La lista de dictadores o autócratas que se perpetúan en el poder es amplia. Las modalidades son muchas, pero hay rasgos cuyos excesos, vicios y delitos se replican con cuidadosa precisión y se aplican con asombrosa coincidencia.
El germen del control político excesivo es la recurrente narrativa de legitimidad del mandato que se impone al ciudadano, seguido por una fuerte tendencia que transforma al gobernante en un ser mitológico, infalible y digno de veneración. Por ello, su imagen está amplificada en plazas y fachadas, así como sus efigies en parques y jardines.
Y los excesos de autoridad se repiten: límites a las libertades políticas; erradicación de los posibles sucesores; espionaje interno al extremo; nepotismo como medida de preservación del poder; supresión de instituciones y poderes legítimos con instancias dóciles y obedientes; fuerzas armadas fortalecidas y sometidas por sobornos; represión a la prensa libre y uso de violencia contra disidentes; racionamiento de comida; escasez de medicinas y otros artículos de primera necesidad; cierre de fronteras; dominio gubernamental sobre la economía; limitaciones migratorias; y actos confiscatorios de depósitos bancarios o de instalaciones productivas del sector privado.
Todo ello aunado a una burocracia obediente y a una estructura política de arenga popular aduladora, dispuesta a la movilización a la primera señal de debilidad política de su gobernante, lo que conduce irremediablemente a la crisis económica con el riesgo de confrontación social interna.
La definición de dictadura ha venido evolucionando con una estrategia gradual. Las nuevas autocracias son discretas y objetivas. Se cree que el ciudadano negocia sus libertades a cambio de la benevolencia del gobernante. Las nuevas generaciones consideran que la democracia es un sistema de gobierno de vigencia permanente, sin considerar que a cada ciudadano le corresponde preservarla.
Hoy, a cuarenta años de que Octavio Paz publicara el libro El ogro filantrópico, muchas de sus enseñanzas siguen vigentes; lo importante es que los excesos que entonces se acusaban no vuelvan a surgir.
Rúbrica. Teología bolivariana. ¿Será cierto que “el Libertador” era tan visionario que se pasó años cabalgando por la sabana diciendo frases célebres para justificar que la autocracia de Maduro se mantenga en el poder?
Político, escritor y periodista.
@AlemanVelascoM
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