El futuro de un país se distingue por los temas que conversa su población. Hoy mi visita a China contrasta con la gira que realice como corresponsal de noticias en abril de 1973, invitado por el presidente Luis Echeverría con una gran comitiva, en una visita de Estado, ante el liderazgo político histórico de Mao Tse Tung, cuyos recuerdos guardo con emoción.

Eran los años de esa Revolución Cultural que no daría los resultados esperados. En la agenda oficial se comerciaban materias primas y becas a estudiantes chinos para aprender español en el Colegio de México.

La importancia histórica de esta relación radica en el apoyo inicial de México para que la República Popular China fuera reconocida y aceptada por pleno derecho en la ONU.

En las calles algunos vehículos transitaban entre una avalancha de peatones y bicicletas. Los turistas sólo podían recorrer partes de la ciudad acompañados por un guía asignado por el gobierno. La población vestía el característico uniforme de color azul. En lugar de anuncios comerciales se veían murales con la imagen de Mao o figuras de obreros, soldados y agricultores en actitud de lucha y con leyendas políticas. El discurso ideológico que pregonaba la supremacía del socialismo sobre el capitalismo no dio los resultados prometidos.

Hoy el contraste es sorprendente. Automóviles último modelo de marcas extranjeras alternan en un tráfico intenso con las marcas locales que compiten con los modelos más comerciales del mundo.

En pocos años de apertura comercial, propiedad privada, estímulo a la competencia y desarrollo empresarial, el modelo económico de China hizo resurgir el gran potencial de esta nación. No hay ruptura real, no se acusa al pasado ni se reprochan sus ideas. Para el ciudadano chino, el pasado es un tema que no gusta comentar con los extranjeros y quizá ni entre ellos.

Es un cambio que acepta tácitamente las diferencias sociales y el consumo de bienes de lujo o que se acumulen ingresos exitosamente por actividades empresariales.

La economía china está creciendo al 6% anual, que es una de las tasas más bajas de las últimas dos décadas, pero es más del doble de las economías desarrolladas y tres veces mayor que la de México.

Los técnicos y los científicos determinan los alcances de los procesos industriales, comerciales, financieros y de organización gubernamental. Son los promotores de la innovación, de trenes de alta velocidad, robotización, inteligencia artificial, información tecnológica, exploración espacial, telecomunicaciones, telefonía, tecnología de alimentos, investigación médica, todo ello con la intención de lograr la aplicación industrial que les da el liderazgo en el registro mundial de patentes.

Las nuevas generaciones viven ante el dilema de continuar aceptando una poderosa autoridad superior para mantener el rumbo económico o incursionar en un frágil modelo democrático, cuyas profundas resistencias internas pueden derribar el poderío económico.

Irónicamente la Gran Muralla China, que se construyó como un elemento de la estrategia militar en el siglo 5 a.C., hoy es una fuente de ingresos turísticos incomparable.

Amenazada por las barreras comerciales impuestas por Trump, China no claudica. Es evidente que ante la amenaza de una muralla física, el verdadero reto de un país es romper los muros mentales que limitan la capacidad de superación y de progreso individual. Son muchas las moralejas que deja esta visita, la más útil es dejar de lamentarnos unos con otros o dejar la vista fija en un muro que aún no se construye y que quizá nunca se termine, porque lo más importante es que tenemos todo para salir a competir en el mundo. El proteccionismo de uno, es la libertad comercial para otro.

Rúbrica. El merolico y su mito. Nicolás Maduro viajó al futuro ¿y no vio el apagón?


Político, escritor y periodista.
@AlemanVelascoM
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