En la democracia se puede decidir entre las opciones, pero se deben aceptar sus resultados. En las elecciones del pasado domingo 1 de julio la mayoría de la población decidió por un cambio de grandes dimensiones para elegir a Andrés Manuel López Obrador como próximo presidente de México. Así culmina una larga campaña política, que quizá empezó en los años 90 cuando dejó atrás las opciones políticas por las que competía en su estado natal, Tabasco, e inició, literalmente, su marcha para perseguir sus aspiraciones a nivel nacional.
Esta fue una elección que por más que se intentó confundir al elector, no hubo sorpresas. Esta victoria es resultado de un largo trabajo político que durante años estableció una organización de base que llevó a todas las regiones del país una idea de renovación profunda y así se integró una gran estructura social, leal y comprometida para defender y divulgar la propuesta de su candidato de manera permanente. Morena es uno de los partidos más jóvenes, y en su primera elección federal alcanzó el más grande resultado de nuestra vida democrática con un órgano electoral autónomo. El júbilo de sus militantes es evidente.
Atrás quedaron los partidos políticos dominantes a lo largo de casi tres décadas. El PAN, el PRI y el PRD son los partidos que recibieron más recursos en prerrogativas electorales para esta campaña. Sus experimentadas estructuras y comprometidas militancias quedaron rebasadas. El resultado de esta elección someterá a sus militantes a una profunda reflexión sobre el futuro de cada partido. Cada uno de ellos, en su interior, habrá de explicar qué fue lo que falló. Sus militantes viven hoy una gran frustración y molestia, no solo por la profusa desinformación que saturó esta campaña, sino también por las fórmulas de decisión, asociación, comunicación y trabajo electoral que evidentemente resultaron contraproducentes.
Para estar a la altura de los grandes retos de este nuevo capítulo político es necesario que el sistema democrático evolucione y se reforme a fondo para superar las deficiencias de los marcos legales actuales, también es conveniente que los partidos derrotados se definan respecto a la calidad de su papel como la oposición madura y robusta que requiere toda democracia.
Mi padre decía que el poder de un presidente de México es tan grande que si no hay oposición y prensa crítica la única forma de acotarlo es la prudencia y la mesura del gobernante. No dudo que tendremos un mandatario sensato que seguirá fielmente el dictado de sus convicciones y buscará lograr los objetivos que ha perseguido a lo largo de su vida.
Muchos serán los análisis e investigaciones académicas que a partir de ahora estudien y desarrollen las hipótesis y teorías del gran cambio que se avizora en el horizonte mexicano.
Hoy vemos cómo se preparará el nuevo gobierno; las relaciones entre los equipos entrantes y salientes no dejarán de tener claras diferencias, no obstante, la evidente carga de la responsabilidad nacional será determinante para la buena marcha de este largo periodo de pre-gobierno. Esperemos que los próximos funcionarios estén a la altura de las grandes responsabilidades que se proponen desempeñar, para que el resultado sea positivo para México y que la ciudadanía tenga la paciencia necesaria con el fin de que los cambios tengan efecto.
Vienen nuevas formas de trabajo, nuevas ideas, nuevos estilos de ejercer el poder y sobre todo nuevas generaciones para sentar las bases de un nuevo capítulo en el modelo político, económico y de administración pública, que tiene indicios claros de una reforma en todos los órdenes a partir de su dimensión constitucional.
México abrió un nuevo capítulo de nuestra historia; no perdamos la oportunidad de escribir las mejores páginas de nuestro futuro.
Rúbrica.
Final de partidos. Tigres: 0; Diablos: 0
Político, escritor y periodista.
@AlemanVelascoM
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