Un nuevo panorama hacia la elección presidencial es el saldo que dejaron las precampañas, dos finalistas y un candidato que se quedó en el camino, diversas las circunstancias y un horizonte de polarización se aproxima, al final solo una estrategia llegará a Los Pinos.
El ejercicio que vivimos del 14 de diciembre de 2017 al 11 de febrero de 2018, no sirvió para promover la competencia interna dentro de los partidos (en este caso coaliciones), pues las cartas se habían echado desde mucho antes, sin embargo ayudó a los electores y analistas políticos para aclarar la competencia.
Tuvimos la oportunidad de apreciar tres tipos distintos de precampañas; la que pudo ser, la que esperábamos y la sorpresiva.
Uno de los personajes que más expectativa causó con su destape al más puro estilo priísta fue José Antonio Meade, con un perfil ciudadano se dispuso a capitalizar a un sector amplio, incluso mayor al voto duro del PRI, pero el guion no salió como se esperaba.
La apuesta del partido tricolor explicada por su presidente Enrique Ochoa Reza, consistía en que el desconocimiento general del precandidato serviría para crecer en adeptos conforme aumentaba su popularidad, pero la ecuación fue errónea. Si bien es cierto que Meade fue promovido con gran fuerza mediática, hablando de su gran trayectoria en la administración pública, su experiencia y su capacidad, jamás logró deslindarse de su partido.
Su discurso confuso lo llevó a un limbo electoral, no consiguió el arrastre institucional y tampoco conectó con el gran sector de indecisos, con un mensaje que producía una disonancia con la sociedad harta de un sexenio fallido, José Antonio defendió la administración de Peña y fue tal el impacto negativo de su mala estrategia, imagen y discurso, que ni un #YoMero pudo rescatarlo del sótano en donde se hundió en prácticamente todas las encuestas.
Por su parte, el candidato Andrés Manuel López Obrador arrancó su precampaña sumando a un partido de ultra derecha a su coalición, enviando la señal de sumar a quien fuera necesario con tal de cumplir el objetivo de llegar a Los Pinos.
Los pleitos con periodistas y analistas se volvieron a presentar. El aceptar en sus filas a ex partidarios de lo que él denomina el PRIAN y ofrecerles incluso candidaturas plurinominales, fue una estrategia que despertó las críticas por la falta de congruencia en su discurso. Sin embargo, hay que reconocer que el político tabasqueño se mantuvo fuerte en el primer sitio de todas las encuestas, e inclusive llegó a crecer puntos en algunas de ellas.
Finalmente, nos encontramos con una precampaña muy particular, la de Ricardo Anaya. Al inicio se visualizaba una situación compleja con factores como la salida de Margarita Zavala, los senadores rebeldes y hasta la posibilidad de la desintegración de la coalición “Por México al Frente”.
El equipo del queretano supo sobreponerse a la adversidad apegándose a las alianzas estratégicas, así lo demostró con sus spots conjuntos con Juan Zepeda donde lograba capitalizar a un gran número de electores del Estado de México, a su vez que obtuvo el respaldo del candidato puntero a la gubernatura de Jalisco, Enrique Alfaro, consiguiendo de esta forma sumar un posicionamiento en dos de los estados con mayor padrón electoral.
Más allá de que hubo errores notables como el abusar de los spots musicales, Anaya Cortés alcanzó su primera meta, consolidarse en el segundo lugar para poder competir de una forma más cercana con el puntero.
En la antesala de la campaña presidencial que iniciará el 30 de marzo tenemos algo claro, presenciaremos una polarización de la ciudadanía ante dos opciones de alternancia, la pelea ahora es de dos, uno con una clara ventaja, pero no inalcanzable, pues recordemos que en 2006 la ventaja de AMLO sobre sus más cercanos adversarios era más amplia y al final no fue suficiente.
Durante los futuros meses seremos testigos de una guerra campal, donde las investigaciones periodísticas, las acusaciones y señalamientos estarán constantemente en la agenda.
Veremos si los antiguos enemigos a los que Andrés Manuel señalaba de pertenecer al PRIAN convertidos en aliados del “cambio verdadero”, suman más electoralmente de lo que restan en percepción ciudadana, si Anaya logra acercarse peligrosamente explotando sus habilidades de polemista en los debates y tratando de evitar al máximo los posibles errores, y finalmente, si el priísmo decide inclinar la balanza asumiendo que su causa está perdida.