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El próximo sábado 24 de noviembre se jugará la gran final de la Copa Libertadores de América, entre el River Plate y el Boca Juniors, un clásico lleno de pasión que por disposición oficial, se vivirá sin público visitante debido al riesgo de confrontación que significaría. Esto es muestra clara de lo que la polarización y el discurso de odio pueden producir.
En el tema que nos compete que es el marketing político, el psicólogo y estratega político uruguayo, Daniel Eskibel, define a la polarización política como: “La alta concentración del voto y/o preferencias ciudadanas, en torno a dos partidos o candidatos”, explica además que “esto tiene su soporte en que simplificamos los procesos haciéndolos binarios: ellos y nosotros, blanco y negro, amigo y enemigo”.
Como estrategia, la polarización ha escalado en los últimos años debido al auge de candidatos y gobiernos antisistémicos, que basan sus propuestas en la desesperanza aprendida por el ejercicio de las anteriores opciones políticas elegidas, y que generan una tendencia a un cambio que puede llegar a ser radical.
Existen múltiples casos a nivel internacional, Sergio Santiago Núñez, de la especialidad de Seguridad Nacional y Derecho Internacional Humanitario por la Escuela de Inteligencia y Contrainteligencia del Ejército de Colombia, menciona: “En 1994 en Ruanda, existían dos grupos muy polarizados a nivel social y político, los Hutus y los Tutsis, circunstancia que derivó en que por medio del uso de los medios de comunicación, los Hutus difundieron discursos sectarios, basados en su modo distinto de ver el rumbo económico de su país, que derivó en un terrible genocidio”.
Otro de los puntos importantes es que cuando una polarización política y social se hace presente, suele tener rasgos característicos como la falta de tolerancia a la crítica, que puede desembocar en la censura de facto o la represión.
Latinoamérica tiene múltiples ejemplos, desde la Venezuela de Hugo Chávez con la expropiación de medios de comunicación, que continúa con Nicolás Maduro; en Ecuador, con la Ley Orgánica de Medios, el ex presidente Rafael Correa y su gobierno denunciaron y multaron constantemente a sus detractores, y la ex presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, utilizó el poder gubernamental para censurar y confrontar al diario El Clarín.
En México nos encontramos con una situación alarmante, el discurso social muestra tintes de una futura polarización, que en gran medida se deben al mensaje y las señales que envía el presidente electo Andrés Manuel López Obrador, que a unos días de tomar posesión, nos deja ver lo que podría ser su gobierno, al menos en lo que a la crítica se refiere.
La reciente confrontación con Carlos Loret de Mola es una clara prueba de la intolerancia, el mensaje político que el tabasqueño debía enviar y mantener después de ganar la elección con un amplio margen, era el de la conciliación y la unidad, que ha todas luces no se ha cumplido.
El emplear términos como “chayoteros” o “fifís”, este último utilizado para bautizar la marcha para manifestarse en contra de la cancelación del proyecto del NAICM, abonan a una confrontación social.
Es verdad que la polarización y la confrontación en el país existían antes de la elección presidencial, pero la obligación del futuro Presidente debe ser la de combatirla, no aumentarla.
El discurso de -ellos y nosotros-, no es aplicable en una democracia que aspira a una transformación real. Es preciso decir, que la oposición también juega un rol importante en la polarización, los términos “chairos” y “pejezombies” tampoco contribuyen al diálogo ni a la consecución de una sana convivencia .
Debemos de pugnar por el respeto a la libertad de expresión, pero siempre ejerciéndose dentro de los límites de la tolerancia y el respeto, con más argumentos y menos pasión, de lo contrario podremos ver cómo la escala de violencia verbal y la falta de tolerancia (que ya es evidente en redes sociales) de los seguidores y adversarios de AMLO, puede llegar a niveles muy riesgosos, incluso al punto de normalizar la violencia, como se ha hecho ya en el terrero futbolístico.
Busquemos que la diversidad de pensamiento, el debate y la discusión razonada, sea empleada en todos los espacios para mejorar a nuestro país, desde nuestras diferencias y acuerdos, pero no bajo la sombra de la descalificación y los apasionamientos, recordemos que en este juego formamos parte del mismo equipo, México.
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