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Después de sufrir una derrota electoral tan avasalladora, y antes de convertirse en una verdadera oposición, los estrategas de comunicación deben realizar un diagnóstico del resultado, para a partir de ahí, poner en marcha un plan de acción que logre mejorar un panorama desalentador.
Quizá una de las rutas más recurrentes y equivocadas es buscar culpables, para posteriormente enfocar toda la energía en el nuevo mandatario, buscando desprestigiar al partido en el poder mediante una crítica feroz.
No existe duda de que una de las principales herramientas para debilitar el respaldo popular de un gobernante es el contraste y el señalamiento, sin embargo, nos encontramos que la actual fuerza de la imagen presidencial es muy resistente.
Por supuesto que esta administración ha cometido errores y ha generado polémica con algunas de sus decisiones, pero, aun con esto, sigue sin visualizarse una oposición real. ¿Por qué?
La reputación política que los partidos tradicionalmente fuertes en México tienen es el resultado de años, de administraciones y, sobre todo, de numerosos casos de corrupción. Ahora buscan revertir la situación en solo unos meses, pero la opinión y percepción ciudadana no funcionan así. La “credibilidad” desempeña un rol muy importante en este juego.
Estos partidos que pasaron a ser llamados de “oposición”, no han comprendido que alcanzar la credibilidad requiere tiempo y constancia, tanto en el discurso como en las acciones.
Recordemos que López Obrador la edificó durante más de 12 años. Lo hizo empleando frases que taladraron el inconsciente de las y los mexicanos, siempre acompañadas de imágenes gráficas que dieran sentido a lo que repetía.
Parece ser que hoy los partidos están más enfocados en destruir que en reconstruirse.
Los partidos de oposición en México deben partir de una empatía con los ciudadanos, que consiga identificarlos con ellos y que nazca de una voluntad de entender la realidad que afecta a millones de personas, con un sentido humano y menos político.
Hacer lo contrario a través de la crítica hacia el presidente resulta adverso, dado que sus seguidores (que hoy son amplia mayoría) la traducen en un ataque sistemático a la persona y no a la política pública propuesta o implementada.
Si Marko Cortés, en su calidad de dirigente de Acción Nacional, desea convertir a su partido en una verdadera oposición, deberá reorganizarlo y unirlo, después de las fracturas heredadas tras la postulación presidencial de Ricardo Anaya. Además, tiene que trabajar coordinadamente con los mandatarios panistas que aún lo apoyan para recuperar los positivos en sus estados, pues a excepción de Guanajuato, actualmente es ampliamente superado por Morena. Esto, como lo hemos dicho, solo será posible proyectando honestidad y un interés genuino por las personas. Sin este binomio, será muy difícil que la gente vuelva a creer.
Por otra parte, Claudia Ruiz Massieu tiene una labor aún más complicada en el PRI. Reconstruir a un partido tan corrupto se antoja prácticamente imposible por dos factores. Primero, por el vasto expediente de casos que demuestran su precariedad; segundo, porque tiene que hacerlo cargando a sus espaldas los apellidos Peña Nieto y Salinas de Gortari, que evidentemente no evocan gratos recuerdos a los mexicanos.
El senador regiomontano por Movimiento Ciudadano, Samuel García, también ha levantado la mano como uno de los opositores más férreos. Con transmisiones en vivo constantes y abanderando el tema del “gasolinazo”, ha buscado ganar adeptos, pero aún no lo consigue.
Finalmente, el gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, es quizá el que ha mostrado una estrategia más inteligente. Comenzó por deslindarse de MC antes de tomar protesta en su nuevo cargo, argumentando que gobernaría para todos, lo cual suena congruente cuando los partidos muestran tal nivel de desaprobación. Desde su posición como gobernador de la segunda entidad más importante del país, se ha declarado en desacuerdo con decisiones presidenciales, como la de los superdelegados, y ha criticado el desabasto de combustible. Deberá mantener el apoyo que ahora tiene y buscar paulatinamente la coyuntura regional para capitalizar el descontento de un sector y consolidarse como el opositor más importante de AMLO.
Nota: el arrastre del presidente no se construyó con detalles técnicos, ni con cifras macroeconómicas. Se hizo conjugando el coraje y la decepción con el cambio y la esperanza. La clave para una posible oposición es que, al menos en este momento, el pueblo mexicano sigue esperanzado.
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