El primer discurso de un nuevo mandatario es quizá, el más importante de una administración. Lo es porque desde ese punto de partida se envían señales a los distintos sectores de lo que podrá ser, de los alcances y de las decisiones que se tomarán en los próximos 6 años.
La noche del domingo 1 de julio en el Hotel Hilton Reforma, escuchamos a un Andrés Manuel audaz, muy distinto al que hace 12 años enardeció a un sector de la población ante el fantasma de un fraude electoral.
Con la calma y la experiencia que da el tiempo, Andrés Manuel López Obrador, salió a hacer lo correcto, desde su imagen con la formalidad que ostenta su investidura y su tono de voz, sereno y reconciliador, aprovechó de forma adecuada su bono ciudadano para reconciliar al pueblo mexicano.
Lo hizo desde el primer momento, agradeciendo a los millones de votantes que respaldaron su proyecto y respetando a los que apoyaron a otra opción política.
AMLO y su asesor, Porfirio Muñoz Ledo , eran conscientes de la relevancia que tendrían las palabras del candidato electo dentro y fuera de México, por ello, ratificaron el apego a la ley, las libertades tanto empresariales, de asociación y de expresión, además reconoció los compromisos contraídos con el sector privado disipando muchos de los temores con respecto a la línea económica que seguiría.
El resultado fue casi inmediato, el dólar bajó por lo menos 10 centavos frente al peso.
Con más del 50% de los sufragios a su favor (algo que desde hace mucho no apreciábamos en nuestro país), aprovechó su capital político para motivar a un pueblo que puso sus esperanzas en él, ante un hastío generado por una clase política corrompida y vergonzosa .
Reiteró su principal eje rector, usar la honestidad frente a la corrupción para abatir el principal problema de México, la desigualdad. Su apuesta será bajar el gasto corriente para aumentar la inversión pública, impulsando a su vez, actividades productivas que generarán empleo.
El futuro mandatario no desaprovechó la oportunidad para enviar un mensaje de inclusión, no solo de clases sociales, sino también de corrientes de pensamiento y de preferencias sexuales, haciendo especial énfasis en los grupos más desfavorecidos y olvidados, como los indígenas y los pobres, haciendo alusión a su lema de campaña en 2006.
Abordó también el tema de la seguridad que será recuperada con el mando único, además en el tema de política exterior, hizo hincapié en que seremos una nación amiga de todos los pueblos, en un marco de respeto.
Para los exigentes, un punto cuestionable podría ser el agradecimiento al actual presidente Enrique Peña Nieto, al decir que no intervino en la campaña, cuando sentenciar eso después del uso faccioso de la PGR se ve a todas luces como una incongruencia.
Finalmente, en una de las partes más emotivas de su discurso, dejó claras sus aspiraciones legítimas de pasar a la historia como un buen presidente, recalcando la frase: “No les fallaré” .
Cerró con un “Viva México” que hizo eco en todos los rincones del suelo mexicano, hizo eco por la esperanza y también por el hartazgo de los actuales y anteriores gobernantes, hizo eco y consolidó un proyecto fuerte y mayoritario por donde quiera que se analice, la Cámara de Diputados y de Senadores, aunado a gubernaturas, diputaciones locales y presidencias municipales, hoy Andrés Manuel tiene todo a su favor para comenzar la “4ta transformación” como él la ha denominado.
Es precisamente por todo lo anterior, que el presidente electo tiene una de las tareas más complicadas de los últimos sexenios; cumplir las altas expectativas alimentadas por la falta de efectividad de las administraciones pasadas, conjugadas con un gran saldo a favor en los distintos poderes.
El tabasqueño ha cumplido con las expectativas en su primer mensaje, calmó a los mercados internacionales y nacionales , y comenzó la operación cicatriz con sus adversarios políticos, deberá continuar reuniéndose con los distintos sectores para convencerlos de formar juntos un nuevo proyecto de nación, sin olvidarse en ningún momento de que la crítica, siempre deberá ser tomada en cuenta para construir un país desde nuestras diferencias.