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david.fuentes@eluniversal.com.mx
La abuela, única testigo y sobreviviente del suicidio colectivo planeado y organizado por Mireya, quien también mató a sus tres hijos, despertó del coma en el que se encontraba después de ingerir varias pastillas antidepresivas; ahora las autoridades esperan a que recobre la cordura para que rinda su declaración sobre el hecho.
La mujer de la tercera edad, que desde el lunes pasado salió de terapia intensiva, aseguró a los médicos que la atienden no recordar nada de lo sucedido, de hecho ni si quiera entendía qué hacía en el hospital. De inmediato preguntó por su esposo, su hija Mireya y sus tres nietos, todos los que participaron en el suicidio colectivo.
Ante esta situación los médicos le practicaron una serie de exámenes y determinaron que tiene un lapso de demencia y lagunas mentales, lo que de inmediato complica que rinda su declaración preparatoria ante las autoridades; sin embargo, elementos de la Policía de Investigación continúan resguardando el hospital privado donde esta internada.
Pues aunque por el momento no se tiene nada concreto en su contra, su calidad de testigo y sobreviviente podría cambiar a indiciada, con lo cual iniciaría un proceso penal en su contra, pues con base a las cartas póstumas que se encontraron en la escena del crimen, tanto la señora Rosa “N”, como su esposo y su hija Mireya, sabían y planearon asesinar a los tres menores de edad.
El pasado miércoles 14 del mes en curso, EL UNIVERSAL publicó extractos de las cartas póstumas que dejaron los tres adultos; la primera que se encontró fue la del abuelo de los menores Enrique “N”, de 70 años de edad. En el documento pedía perdón al resto de sus hijos por el acto criminal que habían hecho, les dejó en claro a todos que los quería mucho, que eran su adoración y que sin excepción, se sentía muy orgulloso de ellos.
Les explicó que ya estaban cansados y muy estresados por el problema de Mireya, que fue ella quien los convenció de tomar pastillas hasta morir.
La segunda fue la de la sobreviviente Rosa “N”, de 68 años de edad, aún convaleciente en un hospital privado, pues aunque sobrevivió, su estado de salud se reporta como delicado.
La sexagenaria mujer dejó instrucciones claras a los hijos para que no se pelearan ni se culparan entre ellos, que no buscaran a más responsables del suicidio colectivo pues era una decisión ya platicada y tomada con tiempo de antelación, incluso pidió que los cuerpos de ella y su esposo fuera cremados y enterrados juntos.
La última carta que se analizó fue la de Mireya.
En todos los párrafos culpa al papá de los niños del suicidio colectivo, dice que él es responsable y que sus actitudes la arrastraron a matar a sus propios hijos, lo acusa de pederasta, de intentar abusar de los menores por lo que le externó un odio profundo, “jamás vas a destruir el vínculo que tengo con mis hijos”, rezaba el documento.