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Eran casi las siete de la mañana, Carolina y su papá iban camino a la preparatoria ubicada en la colonia Hank González, en el municipio de Ecatepec de Morelos. A unas cuadras de llegar a su destino, una camioneta negra con vidrios polarizados les cerró el paso. De ella descendió un hombre calvo que, sin preámbulos, le exigió a la joven que se subiera al vehículo. Se alzó la chamarra, sacó una pistola y tomó a Carolina del brazo. Su padre trató de impedir que la subiera; el hombre del arma le exigió que la soltara mientras le apuntaba.
Todo pasó muy rápido ante la mirada de los vecinos que comenzaban a abrir sus locales y aquellos que salían de sus casas con rumbo al trabajo. Nadie intervino. “Me dijo que me callara, que no gritara. Me apuntó con la pistola. De repente, se oyó un disparo al interior de la camioneta. Escuché cómo el conductor le decía al hombre calvo que nos tenía encañonados que me dejara, que no valía la pena. Mi papá y yo nos echamos a correr. Nos dispararon, pero la bala no nos alcanzó. Seguimos corriendo y nos escondimos en una calle cercana al Centro de Salud. Yo iba llorando. Pensé que hasta allí había llegado mi vida, que me iban a secuestrar o que me iban a llevar a otro país”, recuerda.
El de Carolina es uno de los contados casos en los que una joven sale librada de un intento de rapto en el Estado de México. En el presente año, el Registro Nacional de Datos de Personas Extraviadas o Desaparecidas (RNPED) emitió un listado de personas reportadas como desaparecidas y relacionadas con averiguaciones previas del fuero federal, durante el periodo comprendido entre enero de 2014 y diciembre de 2016, y que hasta el momento permanecen en calidad de desaparecidas. De acuerdo con estos datos, se reportaron mil 14 desapariciones, de las cuales 167 son mujeres. Mientras tanto, en el fuero común, durante el mismo periodo se reportaron 28 mil 937 desapariciones, de las cuales 7 mil 360 son mujeres. El Estado de México se ubica en el segundo lugar de desapariciones, con 3 mil tres correspondientes a ambos sexos.
Carolina es de tez morena y de complexión delgada, tiene el cabello negro y largo; lo peina con una trenza gruesa. Tiene la cara afilada y los ojos serenos. Vive en la colonia Hank González y rara vez se pasea sola por estas calles a las que su familia llegó a vivir hace más de 40 años, procedente del estado de Puebla. En esta, una de las zonas más vulnerables del municipio, es habitual que los vecinos reporten hallazgos de cuerpos de mujeres mutiladas, estranguladas, con huellas de abuso sexual; abandonadas en las calles, en terrenos baldíos y camiones de basura.
Los 39 casos de feminicidios en la zona de Ecatepec de Morelos coinciden con las estimaciones del Instituto Nacional de las Mujeres y la Entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de las Mujeres (ONU Mujeres), que ubica esta zona conurbada como uno de los municipios más violentos para las mujeres en los últimos años.
A unas cuadras de donde vive Carolina se encuentra el Parque Bicentenario, el único complejo deportivo de la zona en el que en noviembre pasado se reportó el hallazgo del cuerpo de una mujer que fue decapitada y quemada. A un costado de la colonia se encuentra el paradero de la Autopista México-Pachuca conocido como “El gallo”, donde frecuentemente se registran asaltos a combis y camiones con dirección al metro Indios Verdes.
La música de alguna fiesta a lo lejos es el sonido que viste las noches de la colonia que se extiende sobre los cerros de la Sierra de Guadalupe. Muchas veces éstas culminan en riñas, en enfrentamientos con armas blancas, en disparos, para luego pasar a un silencio sepulcral. Mientras tanto, Caro duerme con su hermana en una litera en la misma habitación de sus padres. En la calle privada en la que viven ingresan extraños a bordo de carros, camionetas o combis para hacer breves paradas en la casa del fondo. Todos los vecinos viven bajo la sospecha de que ahí se vende droga, pero nadie dice nada.
Ecatepec todos los días
Muy temprano por la mañana, Carolina y sus tres hermanos salen de casa con rumbo a la escuela y al trabajo, ubicados en la Ciudad de México. Antes de que su hermano solicitara el crédito para un coche en el que ahora ambos se transportan, la joven de 20 años batallaba para poder abordar el camión colectivo con destino al metro Martín Carrera. “Pasaba llenísimo. Tenía que tomarlo en la parada de ‘La Fátima’ (varias calles atrás de su casa), para que, por lo menos, me tocara colgada en la puerta”, admite. En esta ruta ha sido víctima de cuatro asaltos, todos, por la mañana. Cuenta que en una ocasión pudo llegar a la Universidad Autónoma Metropolitana, donde estudia Sociología, porque si bien no la despojaron de un teléfono celular que no tenía, sí de todo su dinero.
Ni los aglutinamientos habituales del transporte público impiden que asaltantes armados aborden las unidades. “Una vez arrinconaron a todo el mundo en el fondo. Un asaltante golpeó a un pasajero y le dio un balazo en la pierna a otro”, recuerda. Dice que en todas las ocasiones ha descartado la posibilidad de denunciar “porque ya sabemos quiénes son, los tenemos identificados, pero hasta ahí se queda. No pasa nada”. Sólo en enero de 2017 la incidencia delictiva de Ecatepec de Morelos se coronó como líder de los 32 estados de la República Mexicana con 21 mil 925 delitos registrados según datos del Sistema de Seguridad Pública (SSP).
Caro relata el miedo que siente cada vez que su hermana menor sale al colegio. Le confesó que el mes pasado una de sus amigas sufrió abuso sexual cuando iba camino al Cetis 166, cerca de la Avenida Río de los Remedios. Fue por la mañana, en un camino donde no hay pavimento y muchos lotes baldíos. “Le salió un tipo, le tapó la boca y se la llevó para violarla”, relata. La familia de la joven no quiso denunciar el hecho ante las autoridades. Ahora la hermana de Caro sigue todas las indicaciones de sus padres para que, bajo ninguna circunstancia, llegue sola a la escuela. Este es un caso más de los 2 mil 248 delitos de abuso sexual cometidos en el Estado de México durante 2016, según informa oficialmente la SSP.
Caro ha participado con Manuel Amador, su antiguo profesor y ahora su amigo, en algunos performances para crear conciencia a sus vecinos sobre el nivel de violencia al que están habituados en su comunidad; quiere seguir sus estudios de Sociología para entender el origen de la violencia hacia su género, el que siempre queda impune en el rumor de sus hablantes y en los escombros de las calles. “Me interesa mucho el tema de hostigamiento y acoso sexual. (Quiero trabajar) en alguna organización”. También desea ayudar económicamente a sus padres, quienes el año pasado se endeudaron para terminar de construir, con sus propias manos, el primer piso de su casa. Dice que si tuviera la oportunidad de elegir otro lugar para vivir, seguiría viviendo en Ecatepec de Morelos.
MEXFEM un oasis en medio del Estado de México
El Observatorio Ciudadano en Contra de la Violencia de Género, Desaparición y Feminicidio en el Estado de México (Mexfem) se formó en enero del 2016 por un grupo de mujeres mexiquenses que en su mayoría padecieron algún tipo de violencia y que ahora ayudan a otras víctimas en la entidad. A un año de existencia, Mexfem se ha convertido en un colectivo de asistencia multidisciplinaria. Tiene coordinaciones como las de atención a víctimas, la legal y la de asistencia psicosocial.
“Observamos la evolución en cada una de las instancias del proceso, desde que se levanta la denuncia, se litiga; si se vincula a proceso (jurídico), hasta que se emite la sentencia. Nos volvemos gestoras de las víctimas. Les decimos cuáles son sus derechos, cuáles los procedimientos. Nos acercamos a las distintas fiscalías para establecer la ruta jurídica y ofrecer un acompañamiento (a las víctimas) para garantizar que, efectivamente, se respeten sus derechos”, acota Yuritzi Hernández, coordinadora general de la organización, quien atiende casos como: abuso sexual, violencia doméstica, bullying y hostigamiento laboral. Asegura que uno de los grandes logros de Mexfem es que ha podido incidir en la política pública del estado, así como colaborar en la declaratoria de Alerta de Género en 11 municipios de la entidad.
La activista lamenta que los casos de mayor incidencia han sido los de abuso sexual contra menores, causados en su mayoría por personas del entorno familiar, y asegura que de los alrededor de 200 casos que ha atendido hasta el momento, “los peores asuntos que nos ha tocado abordar son en Ecatepec de Morelos”.
La mujer como receptáculo de violencia
El activista y profesor en una escuela de la colonia Hank González, Manuel Amador, ha sido testigo de varios casos de agresión contra alumnas y vecinas de la entidad. Él coordina campañas de concientización y empoderamiento de la mujer en la entidad a través de performances y múltiples eventos para visibilizar el problema de violencia de género. Menciona que los asentamientos habitacionales como en el que viven Caro y su familia se edificaron a partir de la inmigración. “En los últimos 30 años estas colonias se formaron a base de quienes han llegado procedentes de otros estados de la República. La gente viene aquí para buscar mayores oportunidades, y sigue llegando”, menciona y razona sobre algunas causas que puede inferir como testigo de la violencia que existe en la región: “El odio y la frustración que existe entre los hombres genera un ambiente más intolerante hacia la sociedad, y es donde la mujer aparece como ese receptáculo de violencia”. Por otro lado, “en las condiciones en que vive la gente de estas colonias se puede ver la ausencia del gobierno para atender las necesidades que existen en el lugar, y esto va generando ambientes hostiles de precarización de la vida”.
Un ejemplo de las consecuencias que menciona el activista es el caso de Libertad -nombre que se ha asignado para proteger su identidad-, una joven ecatepense que a principios de 2016 sobrevivió a una tentativa de feminicidio por parte de su pareja sentimental.
Libertad le dijo a su pareja que había decidido reconciliarse con el papá de su hijo. Él aparentemente aceptó sin impedimentos, pero le pidió un último encuentro sexual a manera “de despedida”. Ella accedió, pero su pareja tenía otros planes para ella. La llevó a una zona industrial cercana a la colonia Jardines de Morelos. Allí la golpeó, la tiró al suelo y le cortó la garganta con una navaja. Libertad se tomó el cuello tratando de parar la hemorragia, la sangre manchó al agresor, quien la insultó en repetidas ocasiones y con una roca la golpeó en la cabeza.
Cuando el agresor pensó que Libertad ya había muerto, se marchó a toda prisa del lugar, pero a unos metros de ahí fue visto por elementos de la Policía Bancaria quienes notaron la sangre en su ropa y decidieron interceptarlo para averiguar el origen de las manchas. De inmediato hallaron a Libertad tendida en el suelo, aún con vida. El agresor fue aprehendido de inmediato por el delito flagrante e ingresado a prisión, donde enfrenta un proceso penal por tentativa de homicidio.
La segunda semana de febrero pasado, Libertad, quien recibía atención psicológica por la magnitud de la agresión de la que fue víctima, fue llamada para carearse con su agresor. El encuentro causó en ella un impacto emocional que la dejó sin habla por varios días.
pmba