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A 150 metros del mercado pirotécnico de San Pablito vive un hombre de 60 años de edad, que parece más molesto que consternado por la explosión. El anciano subió a la azotea de su casa cuando comenzaron las detonaciones para observar cómo se pulverizaban los 300 locales repletos de cohetería y todo lo que siguió; los parabrisas que “volaron”, la gigantesca columna de humo, el correr de la gente, el llanto de las mujeres, la llegada de las unidades de emergencia, las operaciones de rescate y la extracción de cadáveres.
“Yo vi un montón de muertos, apilados, pero no pocos, un montón, lo vi desde aquí de la azotea de la casa, en la parte suroeste del tianguis”, asegura, entre la bruma picante que persiste al anochecer, casi cuatro horas después de la explosión.
Ofrece su testimonio, pero se niega a dar su nombre. “Llámeme José Urbán, aquí todos se llaman Urbán, si le doy mi nombre mañana me fastidian, porque ahí en el tianguis hay puros intereses”, insiste, detrás de una reja que delimita su propiedad, ubicada frente a un extenso módulo de ventas inmobiliarias y casas muestra.
Según él, cuando aún no terminaba de disiparse el humo, “entraron a sacar los primeros cuerpos los mismos tianguistas, los amontonaron”.
“Pensé que estaba temblando”. A 200 metros del mercado pirotécnico, se desbordan las colonias de casas de interés social Paseos de Tultepec I y II. Son las unidades habitacionales más cercanas a lugar del siniestro, y el principio de una cadena de desarrollos inmobiliarios que se extiende por varios kilómetros. Pese a la cercanía de sus viviendas al expendio de cohetes, no se acostumbran a esas explosiones.
Guadalupe Sánchez Cruz, sexagenaria, vecina de “Paseos I”, dice que la primera vez que ocurrió una explosión en el mercado de cohetes, este era el único fraccionamiento cercano al tianguis. Tampoco estaba en esos años (2005) la batería de marisquerías, cocinas económicas, expendios de “cubetazos” de cerveza, y demás comercios que prosperan en la parte frontal del tianguis.
Aquella ocasión “se reventaron las ventanas de las casas de la colonia”, dice Lupita, pero ahora “parecía como si una de esas grúas de construcción golpeara la casa con su masa”, afirma.
“A mí me ha tocado tres veces, pero ahora pensé que estaba temblando, haga de cuenta que estaban tirando la casa con un marro. Los vecinos salieron de sus casas, salimos a la calle. Una niña gritaba angustiada que nos íbamos a ahogar de tanto humo, y otros niños lloraban. Todos estábamos asustados, pero más los niños, y gritaban cuando se oían los tronidos muy fuertes. El humo penetró en todas las casas, pero afortunadamente había aire, y se llevó la humareda en unos 10 minutos”.
“¿Ya se fueron por los seguros?”. Anochece en las inmediaciones del mercado pirotécnico, y la avenida que lleva a la cabecera de la siniestramente llamada “capital de la pirotecnia”, está copada por cientos de vehículos oficiales: de bomberos, de Protección Civil, del Ejército, ambulancias, policías municipales y estatales. Los helicópteros de las dependencias mexiquenses no paran de ascender y descender, alternativamente, en unos de los terrenos que aún quedan sin construcción.
Un funcionario de Protección Civil informa que todos los heridos han sido llevados a los hospitales. De entre los autos y curiosos que no logran ser controlados por las autoridades, salen decenas de comerciantes con sus “diablitos” cargados de cilindros de gas.
Un hombre comenta que una familia que tenía su local en el tianguis ya no se encuentra en el lugar: “Se fueron a ver los de sus seguros, porque se incendiaron sus tres camionetas”.
Emilia, de 16 años de edad, dice que su mamá vende quesadillas en la parte frontal del expendio de cohetes, y que “gracias a Dios” no le ocurrió nada.
Prácticamente ha oscurecido. Mientras el gobernador Eruviel Ávila Villegas declara, en medio de las brasas del tianguis, que no debe politizarse el siniestro, José Urbán explica que la gasolinera instalada a 90 metros del mercado de cohetes es particular:
“Es propiedad de Fletes México Chihuahua (...) Lo peor es que van a hacer otra gasolinera aquí en la esquina [Avenida Toluca]. Aquí las gasolineras son del presidente municipal”.