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Los aproximadamente 15 kilómetros que van de San Mateo Atenco a Puerta de Piedra, en la ruta Toluca-México, considerado el tramo de mayor peligro para los pasajeros que, todavía a oscuras, abordan todos los días en la madrugada las unidades de transporte foráneo que los llevarán a la Ciudad de México en un viaje que, para muchos, podría ser el último.
Cerca de las 7:00 de la mañana, el pasaje se arremolina en la pequeña terminal de San Mateo Atenco, creada ex profeso hace cuatro años para darle protección a la creciente demanda y retirar los paraderos tumultuosos que operaban a lo largo del ramal, pero que ahora no sólo no han desaparecido del todo, sino que se han convertido en “cuevas de ladrones”, según el testimonio de operadores que la usan diariamente.
El trayecto Toluca-México no tiene nada extraordinario, salvo que, de unos años a la fecha, se ha convertido en una de los itinerarios de mayor riesgo para quienes tienen que viajar cotidianamente a la capital del país, pues “lo mismo se pueden volcar, chocar o asaltar, que te toque un derrumbe y te aplaste una montaña”, señala con una risa amarga Juan Antonio Hernández, operador de una de las cuatro empresas que operan aquí.
Abajo, todavía adentro de la central del municipio zapatero, doña Juanita, quien viaja con su nuera y dos menores, tirita de frío mientras marcan su boleto para ascender, antes de esto asegura que en sus viajes semanales obligatorios a la ciudad de México, “no hay uno en el que no me entere que ya pasó algo en la carretera, que un accidente, que un aplastado, un atropellado o un asalto”. Luego sube, asientos del 22 al 25, le indica el operador.
Juan Antonio regresa a la plática mientras enciende y calienta el motor. Dice que a él ya lo asaltaron dos veces, en la primera lo amagaron con una pistola, eran tres, recuerda mientras enfila la unidad a la salida, sólo unos metros adelante y enseguida estamos en el arroyo de vehículos que van volando rumbo a la capital del país.
“Lo único que me dijo el que me amagó y se quedó conmigo fue: ‘así vas bien chofer, tú no te pares, tranquilo’. Después se volteó hacia la puerta y dejó ir un tiro”, recuerda tras pasar por encima del Río Lerma, donde la peste a estas horas de la mañana es insoportable, el sopor que el canal despide con los primeros rayos de sol envuelven la zona industrial y más allá.
El operador asegura que aquella primera ocasión sí sintió miedo, pero le pesó más la gente a la que le quitaron todo, a algunos mochilas o bolsas completas, por lo que al llegar a la terminal Observatorio, muchos no sabían qué hacer y otros seguían en shock.
Asegura que a él le quitaron su cuenta de aproximadamente 600 pesos, producto de los boletos que cobra cuando hacen parada y suben pasaje en alguna de las paradas que les tienen autorizadas, como la de San Pedro Tultepec, donde la semana pasada subieron los asaltantes que luego murieron baleados por un “vengador anónimo”.
Más adelante del Outlet de Lerma, más allá del famoso restaurante Intimo, a la altura del kilómetro 45, Juan Antonio recuerda que en el segundo asalto le ocurrió exactamente lo mismo, sólo hace una diferencia en la narración: el ladrón que se fue al fondo de la unidad, de los tres que subieron, fue el que dejó ir un tiro, “encontré la ojiva después cuando limpiamos el carro... debajo de los asientos”, señala.
Allá atrás, antes de salir de la terminal de San Mateo a bordo de su unidad pero procedente de la Ciudad de México, Víctor Montes —quien a pesar del frío solo trae su camisa blanca con el logotipo de la empresa bordado del lado derecho—, accede rápidamente a la entrevista, es el más joven de todos. A él también ya lo asaltaron dos veces en la misma ruta, por eso sólo trae como equipaje una bolsa negra de plástico en la que guarda un desodorante, su chaleco verde olivo “hecho bolas” y un peine. Es vecino de esta zona, así que no trae más que 50 pesos para un refresco y una torta.
“No te puedes arriesgar a traer más”, asegura, ya que los choferes tampoco se salvan de que los rateros les quiten sus pertenencias personales. Por acá a algunos les han quitado celulares, iPods y hasta su equipaje completo”, señala.
Víctor hace casi el mismo relato que Juan José, cuenta que uno de los asaltos que le tocaron fue en la noche, alrededor de las 20:00 horas y el primero por la mañana, a las 6:00, casi de madrugada, dice.
Asegura que siempre ocurre de la misma forma, por eso desde que sucedió el asesinato de cuatro delincuentes después de que asaltaron un autobús, él y varios de sus compañeros han comentado en sus furtivos encuentros en la terminal que podría tratarse de la misma banda que los traía asolados desde hace más de un año.
“Pensamos que se trata de la misma banda de Tultepec, esa es la que nos ha asaltado a todos”, indica y asegura que muchos de sus compañeros, incluso él mismo, ya le tienen miedo a esa parada, ubicada en el kilómetro 57.4 de la México-Toluca. “Por eso ya en la noche ni siquiera levantamos ya pasaje ahí, apagamos la luz y nos jalamos directo”, asegura.
El modus operandi
Víctor, al igual que Juan José, aportan datos similares. En los cuatro asaltos que relataron, los delincuentes subieron por separado a las unidades en la parada de Tultepec, ubicada a escasos dos kilómetros de la central de San Mateo.
La zona es un cruce donde se ubica una tienda de conveniencia, una gasolinería y algunos puestos improvisados de dulces y tamales. La entrada y salida de vehículos para cargar gasolina es importante en las llamadas “horas pico”, el paso de gente con vehículos de carga y transporte es considerable, por lo que cualquiera puede pasar desapercibido en la zona.
Desde que ocurrió el cuádruple homicidio de asaltantes, unidades de la Comisión de Seguridad Estatal (CES), patrullan intensamente la zona, con las torretas encendidas van y vienen por debajo del puente de Tultepec, justo donde hacen parada los autobuses foráneos.
Ahí, desde muy de temprano y todavía a oscuras, la gente que sale procedente de los pueblos de Ocoyoacac y de las cercanías de Lerma, hace fila para tomar el autobús a la Ciudad de México, lo cual permite ahorrarse una hora, pues trasladarse hasta la central de autobuses de Toluca, les “comería una hora más para atrás de trayecto”, indica una de las pasajeras.
Un guardia de seguridad, habilitado en la que ya algunos llaman “la parada del diablo”, realiza una rápida inspección a cada pasajero con un detector de metales, de los llamados handheld, pero el propio Víctor asegura que esas inspecciones son insuficientes, al menos en los dos asaltos que sufrió los delincuentes lograron filtrar las armas y las navajas.
Una vez que los delincuentes logran pasar el filtro, escondiendo las armas en alguna parte de sus mochilas o el cuerpo, generalmente “se levantan en la zona conocida como Los Chirinos”, y “desde ahí siempre inician el amago a los pasajeros”, asegura.
“Se suben en Tultepec, en Los Chirinos se paran y ahí empiezan, es entre la parada de Tultepec y Casa de Piedra, mucho antes de La Marquesa”, señala Víctor y asegura que siempre le ha tocado la misma rutina y, en pláticas con sus compañeros, han coincidido que se trata del mismo guión y la misma banda.
Otro chofer, Rafael Mandujano, entrevistado en la central de San Mateo después de salir de su turno, aseguro que del paraje Los Chirinos hasta Puerta de Piedra, a unos 17 kilómetros de la Marquesa, transcurren alrededor de entre cinco y ocho minutos, tiempo que los asaltantes someten al pasaje y hacen rápidas revisiones para despojarlos de todo lo que encuentran de valor, siempre entre gritos, manotazos, amenazas, groserías e incluso golpes a quienes ofrecen una mínima resistencia o se quejan.
Alrededor de un kilómetro antes de arribar al paraje conocido como Puerta de Piedra, por el kilómetro 37, los asaltantes se preparan para descender y hacen las últimas maniobras.
Juan José, con quien realizamos el recorrido, destaca que la zona es ya boscosa, aunque todavía hay construcciones cercanas, pero es prácticamente imposible escapar por las veredas, pues al final están los cerros, por lo que necesariamente, dice, “deben de traer cómplices que los recogen en alguna parte”.
Puerta de Piedra es un paraje boscoso, ubicado en las inmediaciones del Parque Nacional La Marquesa, localizado en el kilómetro 55 de la México-Toluca o en el 15 de la carretera libre, y se conoce como la zona por donde se dan a la fuga los delincuentes.
Medidas de seguridad, insuficientes
Los pasajeros de la unidad atienden con asombro la narración del Juan José y asienten con la cabeza. Don David Acosta, un hombre de 38 años que viaja todos los días a trabajar a la delegación Magdalena Contreras dice que lo han asaltado en dos ocasiones. Antes de subir a la unidad, los guardias de la terminal revisaron su mochila y le pasaron por el cuerpo el handheld, pero asegura, en entrevista, que “eso no sirve de nada”, porque los asaltantes logran filtrar todo.
Víctor, un sujeto delgado con traje negro y corbata de color vino, sostiene que las medidas de seguridad en la terminal de San Mateo y en la de Toluca, son pobres ante la creciente delincuencia. Propone que, como ocurre en algunas centrales de la Ciudad de México, como la del Norte o la Tapo, se tomen fotografías a cada uno de los pasajeros una vez que aborden las unidades, pues de lo contrario, dice, seguirá ocurriendo lo mismo.
Rafael, el otro chofer que entrevistamos a su arribo a la terminal, calculó que entre el asalto que sufrió hace tres meses y de los que se ha enterado entre sus compañeros, van alrededor de 30 robos en lo que va del año, casi todos, en el mismo tramo.
Hugo González, inspector de la empresa, también asegura que la ruta México-Toluca se ha convertido en el trayecto más peligroso para los transportistas de la zona. Rechaza que la México-Querétaro se encuentre en esa situación (como señaló en días pasados el líder de la Canapat), ya que la situación se ha controlado desde que la Policía Federal participa en los patrullajes junto con el Ejército.
Miguel, otro pasajero de unos 50 años, asegura que no viaja con frecuencia y ha tenido la suerte de no sufrir ni un solo incidente en más de cinco años de idas y vueltas a la Ciudad de México, sin embargo, coincide que deben buscarse nuevos esquemas de seguridad, los cuales incluyan revisar todas las maletas y abrirlas, tal y como ocurre en los aeropuertos.
Carretera peligrosa y cara
Otro chofer que concede sólo un minuto para platicar antes de que parta su unidad, también considera que la ruta México-Toluca se ha convertido no solo en una de las más caras para los pasajeros (pues los incrementos a la tarifa son constantes), sino también de las más peligrosas. Asegura que, además de los asaltos, que ya son casi “el pan nuestro de cada día”, en cualquier momento se registran accidentes que podrían costarle la vida a cualquiera, como cuando hace cuatro años un camión en el que viajaban estudiantes de la UNAM fue golpeado por un tráiler provocando que se volcara; o cuando se deslavó el cerro en La Marquesa y casi sepultó a varios vehículos, o también cuando explotó una pipa de gas bajando de Ocoyoacac en 2005.
Según datos de la delegación estatal de la Cruz Roja Mexicana, los accidentes automovilísticos en la autopista México-Toluca, se han incrementado 30% desde que iniciaron las obras del tren interurbano México-Toluca. Se trata principalmente de choques, volcaduras y atropellamientos, indicó la dependencia.