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Almoloya de Juárez, Méx.—

Sin su séquito habitual de guaruras, ni sus Rolls Royce, ni sus BMWs, tampoco sin su habitual tabaco de marca ni rodeado de mujeres bellas, como solía llegar a los bares que asolaba, Alvaro Emir Garduño compareció este martes por primera vez ante la justicia mexiquense por delitos menores y lo hizo solo, sin ningún despliegue de recursos intimidantes, ni palabras altisonantes,  ni “hijos de la chingada no saben con quién se meten!”, nada, solo.

Tras su primera noche tras las rejas en el penal “Santiaguito” de esta localidad, justo donde lo querían ver los empresarios de Michoacán que todavía lo esperan y  lo acusan de prácticas fraudulentas, Emir Garduño, fue trasladado  cerca del mediodía del área de internamiento de la primera cárcel que pisa en su vida, a la sala de audiencias, custodiado por un discreto operativo de seguridad diseñado especialmente para un lord de su categoría.

Sentado sobre un pequeño banco que parecía desaparecer bajo su fornido peso, pero también lo hacía ver mucho más pequeño de su metro setenta debido a que fue mal colocado o a baja altura,  #LordRollsRoyce escuchó detrás de la burbuja de cristal de la sala de audiencias número dos, cómo la Ministerio Público, María Elena Corral, logró construir la primera investigación completa que se finca en su contra, así directo y sin cortapizas, en una audiencia de “formulación de cargos” que pareció eterna.

Impávido en ocasiones y en otros momentos como expectante, escuchó en otra voz, la del MP, aquella escena de principios de mayo cuando paró su rolls royce al lado del auto de una desconocida que le cerró el paso y a la que luego le grito “hijos de su pinche madre no saben con quien se meten!”, para luego bajar y desatar a patadas su furia sobre el vehículo,  o cuando perdió la cabeza en el bar “Roxbury”, arrebató una pistola, cortó cartucho y comenzó a disparar como loco.

O también cuando, según declaraciones del policía federal, grito a sus guaruras con lujo de prepotencia “rómpanle la madre” y dio la media vuelta, o cuando el gerente del mismo bar lo confrontó cuando intentaba huir, antes de desatar su furia a balazos, y le pidió que pagara la cuenta. Acto seguido Emir “en un triz” provoco una trifulca que terminó a balazos y el rostro ensangrentado del gerente.

En todo momento Emir guardo la calma. Incluso en uno de los tres o cinco recesos que se abrieron a lo largo de las dos maratónicas audiencias, hizo un ademán con ambas manos hacia su esposa (cuyo nombre no ha sido proporcionado), como diciéndole “tranquila, tranquila, todo estará bien”. Luego se sentaba a planear con sus abogados la siguiente puesta...

Quizá nadie imaginaría estos desplantes de un Lord moderno que apenas curso el cuarto semestre de la preparatoria, no tiene ninguna carrera cursada, pero se declara a sí mismo como “empresario” de diversos giros, constructor de “obras para el gobierno federal”, “empresario de espectáculos”, modesto, pues aseguró que no tiene patrimonio ni propiedades, pero con ingresos de unos “60 mil pesos mensuales”, según calculó el mismo en dos ocasiones ante distintos jueces.

Así de tranquilo, sin pausas, salió a relucir un Emir Garduño sin estudios, sin entender algunas preguntas básicas –como la de “¿entiende sus derechos en esta audiencia?”... y entonces surgía fugazmente un Lord titubeante.

La sala estaba repleta. De frente en la parte más alta de la sala, los jueces de control de procesos del Tribunal de Justicia del Estado (TJEM), primero Arturo Guadarrama y luego Vicente Castillo, confrontaron a un miembro de la realeza mexicana con sus peores miedos y pecados. Los cuestionamientos sobre sus ingresos, su patrimonio, su formación, su origen... fustigaron como balas a un Lord en momentos tímido, en momentos totalmente confiado.

En las butacas amigos, parientes, quizás compañeros de parranda, algunos modestos, otros luciendo trajes de marca y abrigos tipo gansters totalmente fuera de temporada, de lana, negros y hasta casi rosar los tobillos. Una esposa atribulada, pero vestida elegantemente con un conjunto blanco de fino diseño, tuvo que aguantar con toda la dignidad posible, aquel episodio que trajo la MP, María Elena Corral, cuando Emir Garduño llegó al bar que balacearía más tarde, acompañado de un nutrido grupo de personas incluidas unas cuatro o cinco mujeres... declararía el gerente del bar en Metepec.

Ante esta descripción de aquella noche, la esposa de Emir permaneció tranquila, la cabeza gacha y él con la mirada sobre la agente ministerial que no dejaba de traer a la sala uno y otro testimonio sin parar.

En algún momento, casi al final, el juez Vicente Castillo, pregunto al empresario si era afecto a las drogas, dijo que no; ¿al tabaco?, dijo que si; ¿al alcohol?, aseguró que no, nada. También le preguntó la edad, 42 años, su origen, y Emir se perdió, no entendía la pregunta. Se perdió. El juez tuvo que replantear: ¿es mexicano?, ah sí... contestó Emir.

Casi al concluir la segunda audiencia, el juez le preguntó si quería hacer alguna aclaración o intervención. Fue entonces que se dirigió a los integrantes que se encontraban al final de las butacas (en total el salón alberga unas 80 personas), para pedirles que por favor respeten su “presunción de inocencia”, exactamente igual que lo hizo un día antes cuando fue aprehendido y encarcelado.

También recordó que acudió voluntariamente a declarar, que nadie le había notificado nunca nada que debía presentarse y al asegurarlo volvió la mirada al juez, quien simplemente contesto... “queda asentado”.

Y así como llegó solo, se quedó ahí, perplejo, atrapado por una burbuja de hermoso cristal resistente a la libertad.

Se esperaba que en las siguientes horas cambiara el atuendo de Lord, por el beige reglamentario de quienes son procesados en el penal Santiaguito, muchos por los peores delitos...

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