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Apenas había conciliado el sueño cuando fue interrumpido por un fuerte estruendo. Selena se levantó de la cama y despertó a su hermana Lidia. “¿Qué fue ese ruido?”, preguntó.

Las dos miraron hacia la ventana de su recámara para saber qué ocurría. Eran las 2:32 de la madrugada del lunes 18 de abril y todo estaba oscuro en la comunidad de Santiago Xalizintla, la más cercana al volcán Popocatépetl, del lado de Puebla.

Todo el pueblo dormía pero con los ruidos despertaron. Selena y Lidia fijaron su vista en el volcán y supieron que de ahí provenían los estallidos.

La negra madrugada fue iluminada por luces incandescentes que caían en las laderas de la montaña y un ruido constante que salía del interior del cráter se expandía a varios kilómetros a la redonda.

Puertas, ventanas y estructuras de las viviendas de la comunidad poblana crujían y el miedo se apoderó de varios de los moradores. Algunos de ellos salieron de sus casas y desde la calle veían que Don Goyo tampoco dormiría esa noche.

“El rezumbido (sic) fue muy fuerte y sí tardó mucho, aparte de eso, también estábamos viendo cómo estaba saliendo la lava que regaba y nada más quedaba por ahí a los lados. En ese momento sí nos dio mucho miedo, aunque si ya hubieramos visto otra cosa más fuerte, entonces sí nos saliríamos”, narró Magdalena Pérez, una de las residentes.

Los habitantes de Xalizintla no recuerdan otro episodio reciente en el que el Coloso de Anáhuac haya tenido tanta actividad, como el de la madrugada del lunes pasado.

“Se escuchaba el ruido del volcán, como el ruido de un carro o de la olla expréss, así se escuchaba muy fuerte. Nos levantamos a esa hora, nos subimos a la azotea y estuvimos viendo el volcán, pero sí hubo varias gentes que salieron de sus casas, pero nada más a ver y se volvieron a regresar”, narró Belén de Aquino.

Apenas los primeros rayos solares iluminaron el lunes, los residentes se dieron cuenta que la actividad que tuvo Don Goyo en las primeras horas de ese día tuvo consecuencias.

La ceniza volcánica cayó en varias de las poblaciones poblanas y el viento las llevó hacia otras zonas de Tlaxcala y Veracruz.

“Estamos muy lejos” Antonio Tiro, un habitante de la comunidad de Santa María Acuexcómac, situada a 20 kilómetros del Popocatépetl, contó que la última vez que cayó ceniza en ese lugar fue en 1994, cuando registró un incremento en su actividad.

“La verdad yo no pienso salirme, del cerro para acá hay unas barranquísimas y el día que llegue a hacer erupción y aventar lava ¿cuándo las va a tapar?, va a ser en dos o tres días y hasta aquí no llega. La verdad no tenemos miedo, el día que Dios quiera estamos bien dispuestos. Si los de Santiago Xalizintla no se salen, no se van, pues nosotros menos”, afirmó.

La lluvia que cayó el martes diluyó la ceniza que se esparció desde la madrugada del lunes en amplias áreas de Puebla y el olor a azufre. La precipitación pluvial sirvió para limpiar techos y patios de las viviendas que no fueron barridos por sus propietarios.

La mañana fría del miércoles olía a tierra húmeda combinada con el humo de la leña que emplean para cocinar los vecinos de Santiago Xalizintla y en San Nicolás de Los Ranchos, otra de las poblaciones que se encuentra en el perímetro de riesgo.

Los tractores iban y venían por Paso de Cortés, el camino que une a las poblaciones del Estado de México y Puebla, que las hermana en torno a la gran montaña que humea.

Desde temprana hora, los trabajadores del campo se aprestaron para estar en sus tierras de cultivo en las que siembran maíz, tomillo, orégano, frijol y haba. La actividad del Popo no los distrae, siguen en la labranza de manera normal. Sus parcelas parecen intactas, casi inmaculadas. La gruesa capa de ceniza que cayó en varias de las comunidades no las dañaron a simple vista.

“A todas las verduras les cayó ceniza. Así quedó el producto, la verdura así quedó, ahorita no hace daño, quién sabe más adelante si no le vaya a afectar. Ya llegó él agüita ya lo lavó, ya no se ve nada", dijo Pedro Flores, habitante de la población de San Gregorio Zacapechpan.

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