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Como cada año, los panteones de la ciudad lucieron repletos, el olor a incienso, flores y los colores típicos del Día de Muertos se hicieron presente desde la noche del domingo; familias enteras recordaron a sus fieles difuntos a quienes les llevaron y depositaron en sus tumbas lo que en vida disfrutaron, desde cigarros y tequila hasta música.
La visita fue desde temprano, había que limpiar los alrededores de la tumba, comprar las flores y preparar la comida, pues la tradición dice que hay que convivir con los seres queridos que pasaron a mejor vida, compartir con ellos el pan y la sal y recordarles que aunque físicamente ya no están, aún permanecen en los pensamientos.
Para evitar que este evento netamente mexicano se pierda, la familia Vera Torres desde hace 10 años involucra a los niños más pequeños, los conminan a no tenerle miedo a la muerte, a reírse de ella, a convivir con ella y que los panteones en estas fechas, son un lugar de fiesta.
“La tradición la seguimos gracias a mi padre que siempre en esta fecha nos enseño a venir a platicar y a comer con el abuelo; cuando mi padre lo alcanzó, la tradición la adoptó mi madre, cuando ella se fue, la seguí yo y así es como se ha mantenido, traemos a los niños para que no se pierda, hablamos con ellos, les explicamos de que se trata, les decimos que ahora llegan nuestros difuntos a disfrutar lo que en vida les gustaba y a convivir con ellos.
“Cada vez tenemos más difuntos y les traemos de todo. A mi papá el pozole que tanto le gustaba, sus cigarros y el tequila, a mi mamá agua de horchata y pescado, y música para los dos, siempre contratamos unos mariachis para que toquen sus canciones favoritas, nos gusta pensar que se ponen a bailar y por la tarde todos comemos aquí con ellos”, explica Carmen Vera, la hija mayor y la que mantiene esta tradición, aunque no puede evitar llorar al acordarse de los viejos ahora descansado en el panteón del centro de Tlalpan.
El amarillo fue el color predominante en este lugar, la flor de cempasúchil fue lo mas cotizado, sin embargo, nunca faltó, pues el ramo rozaba los 10 pesos y estaba al alcance de todos. Hubo quien aprovecho estos días para ganarse unos cuantos pesos extras, jóvenes de entre 12 y 15 años revoloteaban por todos lados, su trabajo también era demandado.
A falta de tiempo, les pagaban entre 50 y 100 pesos por limpiar las tumbas, para el mediodía Carlos ya había ganado 600 pesos, algo que reveló, le servirá para comprarse un regalo a fin de año, “siempre venimos mis primos y yo aquí a limpiar las tumbas y nos va bien, mucha gente no tiene tiempo para eso y sólo llega ya en la tarde o noche y quieren que ya todo este limpio y para eso estamos”, narra el joven mientras recoge flores secas de una de las tumbas que debe entregar antes de las cuarto de la tarde.