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En la ciudad de México hay cerca de 500 mil personas que viven con discapacidad, de acuerdo con datos del Instituto para la Integración al Desarrollo de las Personas con Discapacidad (Indepedi).
Del número total, sólo 40% tiene la posibilidad de realizar estudios. Uno de los factores es la falta de movilidad.
La familia Martínez Romero tiene una hija de 15 años que nació con parálisis cerebral. Aunque María Angelina terminó su educación primaria y sigue estudiando, cuentan que ha sido muy complicada la rutina de llevarla a terapias y a la escuela, pues su movilidad depende de una silla de ruedas.
“Ha sido complejo porque se trató de hacer dobles turnos, uno para ir a las terapias y otro para llevarla a la escuela, al principio, cuando era bebé, la podíamos cargar, pero conforme fue creciendo no podíamos aguantarla. El problema comenzó cuando los taxis ni los camiones nos subían con la silla de ruedas, eso nos llevó a tener que pedir favores para que nos pudieran trasladar casi de tiempo completo”, narra Luz María, abuela de la menor.
Explica que desde hace cinco años su vecino, un señor jubilado, se ofreció a darles el servicio a un costo accesible. La propuesta inició luego de que la esposa del señor viera a la niña y a su abuela esperando taxis todas las mañanas, y como ninguno las quería subir la pequeña se llegaba a enfermar por estar expuesta a la ventisca.
De acuerdo con la señora Luz María, la gente y los automovilistas carecen de sensibilidad, pues en las calles son pocos los que auxilian a alguien con silla de ruedas, mientras que quienes van en carro lo avientan e insultan con tal de pasar primero.
“Y en el transporte pasa lo mismo, ni pensar en subirse a un microbús y los taxis si no te cobran 50 pesos por llevar la silla, argumentan que no tienen espacio en la cajuela, que el carro se ensucia o de plano ni hacen la parada. Eso limita que nos podamos mover de una lado a otro con libertad”, detalla.
Luz María hace un llamado a las autoridades a atender las calles, bachear y arreglar banquetas. Hizo énfasis en la insuficiencia de rampas y el que cientos de comercios, automóviles y enseres las ocupan impidiendo el paso.
“La gente no se hace consiente hasta que le ocurre un accidente y recurre a la silla o a las muletas, pero para quienes es parte de su vida cotidiana nadie piensa en sus necesidades”, lamenta.