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Programas como Por tu Familia Desarme Voluntario intentan conseguir una sociedad sin armas que lo único para lo que sirven es para matar, aseguraron autoridades del Gobierno del Distrito Federal (GDF).

Yolanda García Cornejo, Subsecretaría de Participación Ciudadana y Prevención del Delito, dijo que la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal (SSPDF) ha trabajado con la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) y la Secretaría de Desarrollo Social (Sedeco) capitalina para “evitar los tristes y dolorosos accidentes que ocurren en el hogar cuando en él hay armas de fuego”.

Durante la quinta etapa del programa de Desarme Voluntario en la delegación Cuauhtémoc, la funcionaria resaltó la importancia de privilegiar el diálogo para resolver diferencias y conflictos y evitar el uso de armas.

“Parecían mil relámpagos”. En el marco de la Semana Internacional de Desarme Voluntario, Yasuaki Yamashita compartió su experiencia tras sobrevivir a la detonación de la bomba atómica en Nagasaki, Japón, durante la Segunda Guerra Mundial.

“Era 9 de agosto de 1945, yo tenía seis años y vivía a 2.5 kilómetros del centro. Esa mañana la ciudad de Nagasaki había tenido dos emergencias, había aviso de que podían suceder ataques aéreos, no pasó nada. Así que la gente estaba llevando la vida cotidiana", recuerda.

Su mamá preparaba la comida de medio día y él jugaba cerca de ella. En ese momento un vecino de Yasuaki pasó a decirles que un avión estaba volando muy misterioso y tenían que cuidarse, nadie pensaba que iba a pasar algo. Pero, la hermana de aquel niño le dijo a su madre que en la radio dijeron que había un avión muy misterioso. "Entonces mi madre me llamó y me dijo que entraríamos al refugio de la casa", indica.

Señala que en esa época, todas las casas japonesas tenían su refugio propio en caso de que no les diera tiempo de ir al refugio de la comunidad. Era una especie de hueco debajo de la vivienda donde se podían esconder.

"Mi madre tomó mi mano y en el momento que entramos a la casa vino una tremenda luz, parecían mil relámpagos al mismo tiempo. Mi madre me jaló al suelo, me cubrió con su cuerpo. Vino un tremendo ruido y sentíamos que estaban volando muchas cosas encima de nosotros. De repente llegó el silencio, cuando nos levantamos las ventanas y las puertas, los tejados habían desaparecido", narra Yasuaki.

Dice que gateando llegaron al refugio, su hermana estaba llorando y su madre le preguntó qué le pasaba. No podían ver nada y decidieron salir para ir al refugio de la comunidad. La luz les permitió ver las lesiones de su hermana: tenía vidrios en la cabeza y se desangraba.

Pasaron tiempos difíciles, pues no tenía nada que comer, "la vida era difícil", asevera.

Menciona que mucha gente que sobrevivió a las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, fue discriminada: "comenzaban a decir que los sobrevivientes tenían una enfermedad contagiosa, sufrieron discriminación por los propios japoneses. Muchas mujeres dejaron la ciudad en busca de una vida feliz, las que se casaban se divorciaban cuando (sus parejas) se enteraban que eran sobrevivientes y muchas mujeres escogieron la salida fácil: suicidarse".

Yasuaki Yamashita llegó a México en 1968, durante las olimpiadas. Durante años no pudo contar su vivencia porque era inmenso su dolor. Sin embargo, al cabo de un tiempo decidió hablar "para que nadie sufra lo que sufrimos nosotros”, detalla.

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