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Dar gusto al paladar durante 100 años es el logro del Café La Blanca, en el centro de la ciudad de México, a dos cuadras del Zócalo; justo donde la vida del país se cristaliza con sus desfiles militares, marchas triunfales de presidentes, disturbios, manifestaciones, fiestas populares, protestas políticas cruciales.
A las puertas de este restaurante de la avenida 5 de Mayo, número 40, el presidente Luis Echeverría detenía su paso para recibir el saludo de las meseras, con la banda al pecho, comentaba la delicia del café y las natas que mandaba a comprar y degustaba cuando despachaba en Palacio Nacional.
En la sala comedor del Café La Blanca, dos barras en óvalo son el punto de encuentro de clientes con veteranía que data de 60 años y más; los hubo que llegaron al centenario de vida y lo celebraron con sus amigos de ese espacio de charlas, bromas, risas, confidencias: oficinistas, artistas, maestros, profesionistas, jubilados.
A las mesas llegan turistas de México y del extranjero, familias que vienen de compras al centro y buscan un oasis.
Cien años. La Blanca los celebra mañana, y su dueño Juan Ramón Díez invita una rebanada de pastel y café; esa mezcla de grano aromático veracruzano que llegó para quedarse desde hace 50 años y que es el sello del establecimiento.
Hoy, a las 19:30 horas, en el templo de la Profesa se oficia una misa de Acción de Gracias; este día, dice Juan Ramón Díez, es el último de los 100 años, y corre la invitación a los clientes que forman legión.
Carlos Salinas de Gortari andaba de gira por Italia y en una cafetería le invitaron una taza de café de concurso mundial. El presidente probó y elogió: “Tan rico, como el de La Blanca”. Estaba en la mitad de su mandato, y unos meses antes de concluir su sexenio, el 19 de septiembre de 1994, con el regente Manuel Aguilera, llegó a desayunar después de que había encabezado la conmemoración del noveno aniversario de los sismos.
Andrés Manuel López Obrador, ex jefe de Gobierno del Distrito Federal, gustaba de la carta de desayunos y mandaba su pedido, como muchos otros personajes seducidos por la cocina del Café La Blanca.
A los 100 años, La Blanca —la vaca que más leche daba en el rancho de Texcoco, al fundador, Higinio Gutiérrez Peláez— ha sobrevivido a la quiebra. La época de oro ha pasado, la competencia se ha diversificado, por lo que este restaurante de corte tradicional tuvo que ajustarse.
En La Blanca hay timbres de orgullo y los destaca Juan Ramón Díez: los tamales de nata, con receta original del siglo 19, que “gusta mucho a la gente, pero no lo ofrecemos en todo tiempo, ya que hay que juntar las natas para que sea bien preparado”. Los chiles en nogada tienen lo suyo, destacan con el platillo emblemático de México,
El café con leche o solo le gusta mucho a la gente: “Es nuestra propia mezcla y no la cambiaríamos, porque ya está acostumbrada la gente”.
La Blanca, 100 años de seducir el paladar de la sociedad civil y la clase política.