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Durante ocho horas 14 grupos musicales conformados por internos del Reclusorio Preventivo Varonil Oriente participaron en un maratón musical, en donde ritmos como rock, mariachi, jazz, norteña, rondalla, banda sinaloense, salsa, tríos y balada se escucharon ayer desde las 10:00 horas en el marco de la Muestra Cultural de Fin de Actividades 2015.
Además, los internos y sus familiares disfrutaron de obras de teatro, exposiciones, talleres y otras actividades durante una muestra cultural y artística a la que asistió el subsecretario de Sistema Penitenciario del Distrito Federal, Hazael Ruiz Ortega.
“Este maratón musical expone la capacidad interpretativa y creativa de los internos para tocar diversos instrumentos y componer música de diferentes géneros, que sirve como una actividad recreativa y terapéutica”, dijo.
El funcionario comentó que recientemente la institución ha dotado de instrumentos musicales como guitarras, acordeones y otros a los internos que están en los talleres de música, pero en algunos casos otros equipos son fabricados por ellos mismos.
“La falta de instrumentos no limita a las personas privadas de su libertad, pues incluso ellas generan sonidos muy interesantes con material de desecho como plástico, cartón y aluminio, lo que tiene más mérito”, señaló.
Recordó que fue en el Reclusorio Oriente donde se integró la banda Segregados, que hoy toca en foros nacionales e internacionales y son ejemplo para la comunidad penitenciaria.
Destacó que actualmente hay más de 13 mil 331 internos en actividades culturales y 4 mil 807 en recreativas en todo el Sistema Penitenciario del Distrito Federal y estos eventos estimulan la participación de la comunidad.
Con esta y otras 50 actividades culturales, deportivas y recreativas, los encargados del sistema penitenciario capitalino buscan activar a los internos para que a la postre, cuando obtengan su libertad, se integren de manera correcta a la sociedad y no reincidan, pues según las estadísticas de las cárceles locales, apenas 30% de los convictos, no vuelven a delinquir.
Además de estas actividades extracurriculares, también se les enseña algún arte u oficio, que van desde talleres de carpintería hasta repostería o alta cocina. La idea es que hombres o mujeres al salir de prisión puedan establecer algún negocio que sirva para el sustento familiar y romper el círculo vicioso de la delincuencia común.