Hace 20 años, Pedro llegó a vivir al departamento número 6 del edificio en el número 48 de Allende, colonia Centro, delegación Cuauhtémoc. Hoy su casa luce deteriorada: sus pisos de madera están desgastados, al igual que las paredes, puertas y ventanas; los escalones que atraviesan su corredor están chuecos, mientras que el techo ha sido invadido por el moho.

Luego de ver cómo colapsó la casa de uno de sus vecinos el lunes pasado, Pedro y su tía María temen que su vivienda —habitada por seis personas, gatos y cachorros— sea la siguiente.

“Me da miedo que se caiga mi casa, pero, ¿a dónde nos vamos? Nosotros tratamos de reparar para que esté bien”, dijo preocupada María.

Por la antigüedad del inmueble, temen que un temblor o la vibración de los camiones de carga al transitar por la zona generen otro derrumbe.

“Antes de que se colapsara la casa de mis vecinos pasó un camión, como por la esquina, y se cayó. Esta calle la agarran como pista de carreras en la madrugada”, mencionó Pedro.

El hogar de Pedro y María está conformado por tres pequeños cuartos y un baño. Ella duerme en la entrada, sobre una especie de colchoneta colocada a mitad de pasillo, mientras que Pedro, su hermana, su cuñado y sus dos sobrinos duermen en los otros cuartos pequeños.

“Sabemos que es una zona de alto riesgo, pero lo hemos estado reparando”, dice Pedro, temeroso de que las autoridades intenten correrlos de su patrimonio con el pretexto de dar mantenimiento al inmueble.

Debajo de las maderas que conforman el techo, afectado por la humedad, Pedro colocó unos plásticos para evitar que el polvo y el agua dañen sus muebles y aparatos electrónicos.

Como parte del mantenimiento “pusimos unos refuerzos de metal y le pusimos varillas a la casa. El piso también lo reforzamos y pusimos vigas. Los escalones son originales, por eso están en mal estado, pero cambiamos el piso y también impermeabilizamos seguido para que no tenga goteras”, explica el hombre de 37 años.

A pesar de estas acciones y a raíz del derrumbe, Pedro y su familia enviaron a sus sobrinos a casa de un pariente para que estén más seguros.

En el departamento sólo hay cosas esenciales como camas, roperos, un escritorio, un par de sillas y una televisión. El olor a humedad que invade al edificio en su totalidad, revela la constante filtración de agua.

Para llegar al departamento número 6 se deben subir las escaleras, las cuales están a punto de caerse.

“Estas escaleras se estaban cayendo, nosotros tuvimos que ponerle refuerzos. Los escalones estaban destruidos y está columna la tuvimos que construir nosotros”, indicó.

“Prefieren (las autoridades) que pase esto que hacer juicios de sucesión. Son varios proyectos que están en estas condiciones y nos dejan hasta el último. Quieren que nos pasen estas cosas y hacer sus negocios. Llevamos 10 años gestionando el predio para que nos expropien; dura un año el proceso y no nos han solucionado”.

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