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Para Marco Antonio Badillo, El Gordo, de 36 años, habría sido mejor quedarse detenido por la falta administrativa que cometió, al insultar a unos policías preventivos. De vuelta a la calle, sólo encontró la muerte.

La tarde del sábado, mientras bebía en calles de Iztacalco, supuestamente agredió a unos uniformados, que le pidieron que no tomara cerveza en la vía pública. Los elementos lo llevaron a un juzgado cívico en la Coordinación Iztacalco 1.

En ese lugar se comunicó por teléfono con su esposa, Silvia Arelí, a quien le pidió que fuera a pagar su multa.

La mujer así lo hizo y juntos regresaron a su casa, en la colonia Juventino Rosas. Sin embargo, él decidió seguir la fiesta y se salió de nueva cuenta con sus amigos, sin siquiera ponerse una playera.

Ayer, alrededor de las 3:30 de la madrugada, el golpeteo en la puerta de su casa despertó a Silvia. Era un vecino quien le avisó que su marido había tenido una riña y estaba herido.

Al llegar a las calles de Sur 113 y Oriente 116, en la colonia Picos Iztacalco, la mujer lo encontró inconsciente, tendido boca arriba en la banqueta con un tiro en el tórax.

Los mismos policías que lo habían remitido al juzgado cívico, fueron los que lo encontraron muerto horas después.

Ellos indicaron que, al realizar su patrullaje, escucharon un disparo; al acercarse al sitio, sólo encontraron al hombre herido y se dieron cuenta que era el mismo que habían remitido a un juzgado cívico la tarde del día anterior.

Marco Antonio, según contó su esposa, trabajaba en un deshuesadero en Tláhuac.

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