CDMX

El albur, segunda lengua en CDMX

“Dame la hora” es una expresión que en cualquier parte del mundo haría mirar su reloj como acto reflejo a cualquier ciudadano, pero en La Hija del Pirata es distinto.

En La Hija del Pirata los muertos reviven con La Milagrosa, una bebida contra la resaca que prepara don Dionisio. (JUAN CARLOS REYES. EL UNIVERSAL)
15/07/2017 |00:09
Redacción El Universal
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“Dame la hora” es una expresión que en cualquier parte del mundo haría mirar su reloj como acto reflejo a cualquier ciudadano, pero en La Hija del Pirata es distinto.

En este pequeño local, enclavado entre las calles Manuel M. Flores y 5 de Febrero, en la colonia Obrera, las palabras y frases siempre tienen más de un significado.

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Y así ha sido desde 1968, el primer año del que se tiene registro de la existencia de esta cantina chilanga; aunque hay clientes que aseguran que tiene más de 65 años sobreviviendo a los vaivenes de la capital: masacres de estudiantes, sismos, violencia, crisis y cambios de nomenclatura.

Entre música de José José y hombres de generosa barriga y generoso bigote, Iván, un joven mesero de cabello lacio y electrizado –a quien burlonamente le llaman Chino– tiene que estar alerta para que los clientes de mayor edad “no lo agarren de bajada” con los albures.

Aunque algunas personas consideran estas expresiones de picardía como un síntoma del machismo, para Juan, quien tiene 15 años cuidando los coches de los clientes de la cantina, es un pasatiempo que implica una gran habilidad para escuchar y analizar lo que el otro dice. Un ajedrez coral.

La Hija del Pirata es un lugar con muebles rústicos de madera, que contrastan con las luces chillonas de la rocola que tiene al fondo; de vez en cuando entra un hombre flaco que hace sonar dos electrodos de metal para ofrecer toques eléctricos con su máquina a los comensales.

Si en el menú de la cantina hay huevos, la frase “Me está agarrando el sueño” es más que una llamada de Morfeo, es una estocada, una provocación para comenzar el ágil juego de palabras que continúa con un “Siéntate que te veo cansado”, expresión que –como todo albur– no es una ofensa sino un chascarrillo.

Todo es un signo de camaradería, que sólo ocurre cuando hay lazos de confianza entre ambas partes, porque este ajedrez nadie mata a nadie. Sólo se muere de risa.

Pero, por si acaso, en La Hija del Pirata los muertos reviven y lo hacen con anís, tequila, fernet, licor de hierbas y menta verde, ingredientes que componen La Milagrosa, una bebida contra la resaca que frecuentemente prepara don Dionisio, el cantinero; mientras los más vivos disfrutan de la deliciosa paella que prepara el chef, y se parten la cabeza pensando en sinónimos de los condimentos, para no tener que decir: “¿Me pasas el chile?