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david.fuentes@eluniversal.com.mx
Aunque los habitantes del domicilio donde fue rescatado Antony eran educados y siempre respetuosos con sus vecinos, nadie se metía con ellos y preferían tratarlos “con pincitas”, pues cada semana, cuando hacían fiestas y se embriagaban, detonaban armas de fuego.
Los gritos de auxilio del niño se ahogaban con los juegos y risas de otros tres menores que vivían en el mismo lugar. Uno de nueve años, otro de tres y uno de apenas ocho meses, hijos de los detenidos Juan Carlos “N” y Olivia “N” quienes dijeron a las autoridades que no sabían que Antony vivía en esas condiciones.
A los vecinos siempre se les hizo sospechoso que el domicilio pareciera un búnker. La casa tenía techos altos e incluso uno improvisado para que ninguno de los vecinos observara qué sucedía al interior, y si alguien intentaba mirar, un perro de raza pitbull se encargaba de intimidarlos.
“Nunca nos dimos cuenta de qué pasaba ahí dentro. Eran muy respetuosos, pero no nos metíamos con ellos por qué siempre que tomaban disparaban, entonces los saludábamos de lejitos, al niño que sacaron anoche nunca lo vimos, no sabíamos que lo tenían ahí encerrado.
“No nos sorprendió que en la noche llegaran los policías a la casa porque le digo que les teníamos miedo, pero sí sentimos feo que tuviera a ese pobre niño en esas condiciones, ni idea teníamos que hacían eso, escuchábamos gritos de niño pero pensábamos que regañaban o le pegaban a sus hijos”, dijo una vecina.
Los colonos detallaron que el rescate del menor fue poco después de las 10 de la noche, y que por la madrugada dos camionetas llegaron al domicilio, y debido a que no fue resguardado por las autoridades, se llevaron todas sus cosas. Nadie les dijo nada pues ya se habían percatado de las condiciones en que vivía Antony.
“Se fueron y nos dejaron con miedo. La familia tenía como 10 años ahí, si los liberan quién sabe como nos verán, tal vez piensen que uno de nos otros los acusó y piensen tomar venganza”, dijo la entrevistada.