Amelia salió del trabajo poco después de las 18:00 horas de unas oficinas en San Bernabé. Al intuir el torrencial que venía, optó por dejar su vehículo frente a la casa de una amiga y se fue en taxi, “luego el tráfico se pone pensado con la lluvia y la gente insoportable”, se justificó la mujer antes de retirarse.

Al siguiente día se llevó la desagradable sorpresa de que su auto, un Yaris Toyota azul eléctrico, estaba inundado. El agua cubría los asientos y como consecuencia el motor no servía; en medio del llanto los vecinos la auxiliaron para pedir una grúa y de inmediato llevar la unidad a la agencia con la esperanza de que el seguro cubriera los gastos.

“¿A quién culpo, al agua, a la delegación que no hizo su trabajo?, esto no puede ser posible”, cuestionó la afectada que ni siquiera vive en la zona.

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