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Durante 48 años, José Villagrana Camarena llegaba antes de las 7:00 de la mañana a la esquina de avenida Revolución 241, esquina con Viaducto, para supervisar los trabajos de limpieza del negocio que inició con su hermano Conrado.
Entre sus tareas estaba hacer la salsa y preparar el trompo de carne al pastor, porque su socio de toda la vida nunca quiso aprender a hacerlo.
Hoy, quien fuera uno de los fundadores de la emblemática taquería El Borrego Viudo, pasa sus días esperando el momento en que sus hijos le den la noticia de que su negocio volvió a la normalidad y que podrá regresar a atender a sus clientes de siempre.
Sonríe al recordar que El Borrego Viudo es lugar de reunión para otras familias, puesto que las parejas de novios que acudían al negocio en la década de los 70 siguen asistiendo, pero a presentarle a sus nietos.
Afirma que el secretario de Gobernación, Miguel Angel Osorio Chong, es cliente frecuente y que se llega a comer entre 10 y 12 tacos “los va pidiendo de a uno, saluda a los muchachos y se va”, indica con una sonrisa en el rostro.
Otro de los clientes de la taquería es el actor Gael García Bernal y afirma que estas personalidades no nada más acuden por el sabor de la salsa o la calidad de la carne que ofrecen, sino porque nadie más los molesta ahí, pueden comer tranquilos.
El comienzo. Originario de Arandas, Jalisco; el segundo de ocho hermanos dedicó sus primeros 13 años a trabajar el campo hasta que en 1961 su padre decidió iniciar un negocio de tacos en la calle de Bucareli, casi esquina con Donato Guerra.
El primer negocio de los Camarena se iluminaba con una luz neón que marcaba el año de su llegada a la ciudad de México.
“Estábamos a un lado de Excélsior, ahí donde está EL UNIVERSAL. Yo me moría de miedo al ver las máquinas que hacían el periódico toda la noche y a las 5:00 de la mañana Bucareli cerraba por completo para llenarse de periódico y voceadores”, dice.
Desde entonces, el giro que le daría para comer y posteriormente dio estudios a sus hijos y nietos, ha sido el de los tacos.
“Mi hermano y yo iniciamos el negocio en un local de cuatro por cuatro. Teníamos dos trabajadores, abríamos a las 8:00 de la mañana y cerrábamos a las 12:00 de la noche, no nos iba muy bien, pero vivíamos de eso”, relata.
A pesar de que el negocio caminaba, los hermanos Villagrana pensaron vender para dedicarse a otras cosas o conseguir empleo en otras taquerías más grandes.
“Nosotros no aspirábamos a mucho, vivíamos bien porque la taquería era muy chiquita y nos daba para comer y llegamos a pensar en venderla, pero nunca lo concretamos.
“Fue hasta la devaluación de 1994 que nos empezó a ir muy bien”, explica.
“El primero que lo resintió fue el que nos vendía la carne, decía que había subido mucho y ya no nos podía surtir y nosotros tampoco podíamos subir mucho los tacos porque la gente dejaba de ir, teníamos que hacerlo poco a poco. Porque los vendíamos a un peso y cuando le subíamos 20 o 10 centavos la gente nos reclamaba, pero cuando subió la carne con la devaluación empezamos a vender un poquito más”.
Don José veía las noticias de aquella época en las que se informaba que los ciudadanos dejaron de acudir a restaurantes debido a la crisis económica y comenzaron a consumir en lugares accesibles, como las taquerías.
Con esta suerte, el negocio comenzó a expandirse hasta que otro suceso ajeno a los hermanos Camarena les vino como anillo al dedo: las funciones de medianoche en el cine Jalisco.
“La última función acababa poco después de las 12:00 de la noche y nosotros nos esperábamos, así le empezamos a servir a la gente en el carro o en la banqueta, esto duró dos años hasta que cerraron el cine Jalisco y aún así los clientes seguían llegando y lo que hicimos fue ampliar el horario hasta cerrar a las 2:00 o 3:00 de la mañana”, recuerda.
Luego del cierre del cine Jalisco, diversas tiendas cercanas cerraron también y la avenida Revolución se quedaba sola, los hermanos José y Conrado pensaron que el negocio se había acabado.
“Fue triste porque nosotros sí pensamos que hasta ahí íbamos a llegar pero seguimos trabajando, nos dedicamos a estar ahí toda la noche hasta las 5:00 de la mañana y ya que empezábamos a limpiar para cerrar empezaba a llegar la gente.
“Nosotros a nadie le podíamos negar un taco por causa del horario, mientras la gente quisiera le vendíamos, tanto así que a las 7:00 de la mañana llegaba gente de la que no había ido a dormir a su casa, no de los que madrugan”, sonríe.
A pesar de que la jornada terminaba hasta después de las 7:00 de la mañana, José Camarena se alistaba para volver a abrir las puertas de la taquería a las 9:00 de la mañana.
“Hubo un tiempo que trabajábamos con carbón y había un tipo de carbón que tronaba y nos chamuscaba las camisas, luego intentamos meter gas pero también batallamos porque tuvimos que aprender a moderar el fuego para que la carne quedara bien cocida, no quemada, que cuando se esté cociendo se escurra la grasa”, señala.
El Borrego Viudo comenzó a crecer, era común ver a personalidades del mundo del espectáculo o la política.
La instrucción de los trabajadores era no molestarlos, a menos que los mismos personajes sean los que busquen acercarse a la gente, así, poco a poco, la galería del Borrego Viudo comenzó a crecer con fotos y autógrafos.
“Gael García Bernal llegaba, su chófer pedía por él y le llevaba sus tacos al carro; Osorio Chong es cliente, se come unos 10 o 12 tacos, come afuera donde los están sirviendo, va pidiendo de a uno por uno, cena, saluda a los muchachos y se va; conocí a muchos diputados también”, dice.
Los tacos son el platillo que identifica a México en el extranjero, José Camarena apunta que antes esta comida no era tan “bien vista” como ahora, no había tantas taquerías e, incluso, había personas que se avergonzaban de ir a sentarse al Borrego Viudo.
Para José y Conrado era fácil hacer todos los trámites necesarios para mantener el negocio trabajando, sin embargo, la digitalización y las nuevas políticas de agilización de trámites en la delegación o ante Hacienda comenzaron a dificultarles la labor.
Por eso, ambos acordaron designar a Verónica Camarena, hija de José, como apoderada para realizar todos esos trámites administrativos.
Conrado permaneció soltero toda su vida, explicó, pero sus sobrinos —hijos de José— formaban parte de su rutina diaria, incluso, los eventos de la familia como bodas o bautizos tenían como escenario indiscutible la taquería en la que los muchachos se criaron.
Los hermanos Camarena enfrentaron diversas clausuras al negocio por exceso de clientes, por poner una tabla para atender a la clientela en la banqueta, por atender hasta tarde. El último incidente fue registrado el pasado 21 de abril, cuando el Instituto de Verificación Administrativa de la Ciudad de México alegó que el lugar violaba las leyes de uso de suelo.
Este suceso destapó acusaciones de extorsión, delincuencia organizada, pugnas familiares; José Camarena recuerda hoy a detalle ese día en el que algunos de sus encargados habían cambiado de actitud con él, con su hija Verónica.
Esos detalles son los que ahora él utiliza para reconstruir su salida en marzo pasado de la taquería, luego de que su sobrino Conrado, hijo de su hermano mayor ya fallecido, rompió cerraduras y tomó posesión del lugar.
“Siento que fue un asalto, como un despojo en despoblado, yo preguntaba si tenían papeles o cómo el encargado les había permitido entrar, pero me decía que nada y pues nada, tuve que salirme. Extraño ir, desde ese 12 de marzo no he vuelto a pararme por ahí”, cuenta.
“Mientras, aquí estoy esperando, yo tengo mucha fe en que se solucione pronto porque ellos no tienen nada que hacer ahí”.