La labor pastoral de Miguel Ángel Machorro Alcalá se ha caracterizado por su cercanía y defensa de los grupos vulnerables, es conocido por los miembros de su comunidad como un “luchador de la justicia”.

Originario de Xachitlán, Puebla, Machorro Alcalá se ordenó como sacerdote el 11 de mayo de 1985 en la Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús en Poza Rica, Veracruz, estado en el que inició su ministerio sacerdotal como responsable de una parroquia y docente en el Seminario Mayor de la Inmaculada, Diócesis de Papantla. En 1993 llegó a la Arquidiócesis de México como rector de un templo.

Información del Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México (SIAME) señala que el interés del presbítero por la defensa de los grupos vulnerables, en especial las comunidades indígenas, lo impulsó a estudiar la licenciatura en Derecho en la Universidad Pontificia de México; a partir de entonces, el sacerdote se ha caracterizado por ser un incansable luchador de la justicia y de la verdad.

Entre otros cargos, ha sido secretario de la Pastoral Socio-Caritativa la IV Vicaría y asesor jurídico en la Procuraduría de la Defensa del Menor, de la Familia y del Indígena en Veracruz. Actualmente se desempeñaba como sacerdote diocesano en la Catedral Metropolitana.

El 24 de julio de 2010 festejó su XXV aniversario como sacerdote frente al Altar Mayor de la Catedral Metropolitana, lugar donde 7 años más tarde su vida estaría en peligro al ser apuñalado. Durante su aniversario se realizó una Misa de acción de gracias que fue presidida por Antonio Ortega Franco, obispo auxiliar en la IV Vicaría “San Miguel Arcángel”.

En esa ocasión, acompañado por familiares, amigos y fieles de la capilla de San Agustín Zoquipa, de la colonia Merced Balbuena, Chamorro Alcalá agradeció a Dios y a la Santísima Virgen de Guadalupe un cuarto de siglo al servicio de la Iglesia Católica en México.

Cuando se refería a su vocación era inevitable para el sacerdote hablar de su abuela “Peche”, quien desde temprana edad le dio ejemplo de humildad y amor al prójimo.

“Recuerdo que mi abuela rezaba fervorosamente para luego ir a Misa a comulgar; esto lo hacía todos los días. Ella me enseñó a amar profundamente a los pobres y a la Iglesia; tenía un gran respeto por los sacerdotes del pueblo, a quienes invitaba con frecuencia a comer a la casa”, recordó el presbítero durante su XXV aniversario.

pmba

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