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diana.fuentes@eluniversal.com.mx
A ocho años de distancia de la pandemia de influenza que obligó a paralizar la Ciudad de México, el secretario de Salud local, Armando Ahued, certifica que no fue una decisión exagerada, sino una determinación que hoy permite estar mejor preparados ante la llegada de un nuevo virus como la gripe aviar que podría presentarse en cualquier momento.
Se estima que la gripe aviar tendría la capacidad de cobrar la vida de un tercio de la población mundial.
Sentado en la oficina donde el 28 de abril de 2009 —junto con el ex jefe de gobierno, Marcelo Ebrard, y el entonces secretario de Salud federal José Ángel Córdova Villalobos— se tomó la determinación de suspender todas las actividades en la capital, el funcionario no descarta el hecho de volver a ver la Ciudad como un pueblo fantasma.
Confía en que no, pero advierte que nadie en el mundo es capaz, ni con toda la tecnología, de predecir un hecho como el ocurrido hace ocho años.
A quienes criticaron y reprocharon esta decisión —el momento más crítico de su vida— les recuerda que un gobernante que no toma decisiones no sirve para gobernar. “Podemos fallar, equivocarnos, pero si el fin máximo que buscamos es salvaguardar la salud y la vida de la gente, no hay nada más valioso. Malo hubiera sido que nos cruzáramos de brazos y decir ‘al que le toque morirse que se muera’, ¡pues no! Era dar la cara, tomar decisiones”, asienta con la cabeza.
Aclara que de no parar las actividades en restaurantes, cines, escuelas, oficinas y dependencias podrían haber muerto mínimo 9 mil personas y máximo hasta 15 mil.
Rodeado de figuras de elefantes que simbolizan la fuerza, estabilidad y paciencia, el titular de la Sedesa recuerda la aparición de la primera pandemia del siglo, entre el 13 y 15 de abril de 2009, cuando se registró el primer caso en las salas del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias.
Se tomaron muestras y se enviaron al Laboratorio Epidemiológico de México, incluso a Atlanta y Winnipeg. El 23 de abril llegaron los resultados y se notificó que se trataba de un nuevo virus al que denominaron AH1N1.
Difícil la decisión, entonces ¿no fue exagerada?
—No, no fue exagerada. El día que tomamos la decisión, en esta oficina, en esta mesa se tomó la decisión porque el número de casos era alarmante y todavía no había vacuna y el medicamento estaban siendo utilizado sólo en personas hospitalizadas.
La decisión había que tomarla porque podía haber sido algo que se hubiera salido de control y en ese momento no se sabía la letalidad del virus.
Fue una medida acertada, criticada como cualquier decisión que se toma; sin embargo, fue una decisión valiente, pensando en proteger a la gente en su salud y en su vida.
Cuándo se determinó parar todas las actividades, ¿qué le dijo en ese momento Marcelo Ebrard?, porque seguro representaba grandes pérdidas económicas.
—Se tenía muy claro el impacto que iba a tener, incluso el pánico social que se había creado y se creó, porque cerrar la Ciudad de México fue histórico.
Era un pueblo fantasma, nadie en las calles, no había actividad; sin embargo, se entendió cuál era el propósito y la emergencia que estábamos viendo.
Estábamos en una pandemia, no en una epidemia que significa que la enfermedad iba a llegar a todo el mundo, tal y como fue.
¿Por esta decisión fueron reconocidos a nivel mundial?
—La OPS OMS en Ginebra, al día siguiente que informamos que se cerró la Ciudad de México, celebró y felicitó al gobierno local y a la capital por haber tomado una decisión valiente, difícil, pero que era lo más adecuado para proteger la salud y la vida de la gente
Ante ese respaldo bajó la crítica porque se entendió que no era una ocurrencia, sino algo que estábamos obligados a hacer.
¿Por qué otros países ya no hicieron lo mismo?
—Porque ya se sabía el virus y la letalidad, ya se tenía la vacuna. Cuando ves que la influenza arranca en la Ciudad de México y ves que se actuó de una manera y se descubre qué virus era, la letalidad, el medicamento para tratarlo y la vacuna, el escenario para otros países cambió por completo.
Después se hizo la Cumbre Mundial de Influenza en Cancún en donde se entregó el semáforo de alerta epidemiológica. (Felipe) Calderón encabezó el evento y todos los secretarios y ministros de salud del mundo llegaron.
A Calderón le reconocieron que la Ciudad de México fuera cerrada. Las lecciones aprendidas fueron muchas y nos tienen mejor preparados para estar alerta de cualquier otra eventualidad sanitaria que pueda presentarse.
¿Qué experiencia le deja, doctor?
—La población aprendió a cuidarse, a ser corresponsable, a tomar acciones preventivas, a vacunarse ahora de ocho años para acá. En este año aplicamos más de 3 millones de vacunas en la Ciudad y la gente va convencida de que es importante protegerse.
Además el Sistema de Salud se fortaleció, hubo capacitación en los temas epidemiológicos, en el tema sanitario y en el tema de capacitación para el manejo de enfermedades respiratorias y específicamente para influenza.
Se tiene el semáforo y tiene toda una acción que sabemos qué hacer, cómo hacer, y qué le toca hacer a cada uno si se llega a presentar una emergencia como la que vivimos.
Nuestro Sistema de Salud es digno de presumirse a nivel mundial en muchas cosas, hemos avanzado y mejorado. Ya hay laboratorios para la detección de virus que no se tenían.
El Instituto de Diagnóstico y Referencia Epidemiológicos, InDRE, estaba rebasado con la cantidad de muestras que llegaban del país. Diría estamos en mejores condiciones.
Y la vacuna, ¿ha funcionado?
—La vacuna se hablaba que provocaba Guillain-Barré, enfermedad parecida a la polio que te hace flácidas las piernas y poco a poco empiezas a caminar.
Yo no he visto un sólo caso en ocho años que haya habido efectos adversos, graves, serios, a ninguna persona, por lo cual estoy convencido de que la vacuna es muy buena, de alta calidad y que protege de las enfermedades.
Si hablamos de porcentajes, ¿en cuánto ha contribuido la vacuna para reducir enfermedades?
—Yo diría que estamos hablando de miles de pacientes que evitaron enfermarse y de miles que pudieron haber perdido la vida.
De tal manera que nuestras embarazadas, nuestros niños, enfermos crónicos han sido protegidos debidamente y hemos evitado que se enfermen y que se mueran.
La vacuna ha sido una bendición para el Sistema de Salud y para salvaguardar la vida de las personas.
Y sobre las económicas, ¿también ayudó para dotar de medicamentos en una emergencia?
—En todas estas temporadas, en estos ocho años, nosotros hemos recibido la vacuna suficiente y la dotación de Tamiflu, que era entonces el único medicamento, lo hemos tenido siempre, nunca ha habido desabasto. Ningún paciente ha dejado de atenderse con medicamento o con la atención hospitalaria aunque no tenga recursos.
Y los que han fallecido es porque no se vacunaron, si lo hubieran hecho, hubieran salvado la vida y tenían comorbilidad, a qué me refiero, que sufrían padecimientos como diabetes, tenían bronquitis crónica, asmáticos, eran personas que el virus los agarró con defensas bajas y de salud a la baja.
Doctor, ¿se arrepiente de algo?
—No, de nada, de absolutamente de nada porque todo lo que podíamos haber hecho lo hicimos, de tomar decisiones las tomamos, lo que estaba en nuestras manos lo hicimos y me atrevería a decir que fuimos vanguardia en la Ciudad sobre otros estados y que actuamos con responsabilidad.