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fanny.ruiz@eluniversal.com.mx
A pesar de que tienen prohibido vender en el parque de la Ciudadela, los comerciantes insisten en ofrecer su mercancía pues aseguran que es su sustento y el de sus familias.
A un mes de que las autoridades de la delegación Cuauhtémoc retiraron campamentos de indigentes y puestos de comerciantes del parque Morelos, los vendedores permanecen sobre las banquetas.
En la acera del parque, de lado de Emilio Dondé, se venden alimentos, discos e incluso dulces.
Del lado de la avenida Balderas, la mayoría de los puestos exhiben artesanías, pero también hay ropa usada, discos y otros artículos.
El 21 de octubre pasado las autoridades delegacionales implementaron un operativo para retirar a la población callejera que invadió la zona. Durante la acción preventiva también retiraron a los comerciantes.
Los artesanos aseguran que tienen un acuerdo con funcionarios de la demarcación que les permite vender en las banquetas, pero éstos lo han negado en reiteradas ocasiones.
A pesar de ello, los comerciantes permanecen en el sitio porque allí fueron reubicados hace más de 20 años. “No le hacemos daño a nadie, no molestamos a los vecinos, sólo queremos trabajar”, señalaron.
Artesanos confesaron que sus ventas han bajado desde su retiro porque empleados de la delegación, en ocasiones, les piden que se retiren.
Personal de la Comunicación Social sostiene que los comerciantes y artesanos no tienen permiso de vender y mencionaron que realizan dispositivos para impedir que se instalen ambulantes en áreas restringidas.
Buscan sustento. Entre quienes permanecen en la Ciudadela está María, quien elabora artesanías. “A este espacio llegué desde hace cinco años, pero tengo compañeros que desde hace mas de 20 años trabajan aquí”.
Aprendió el oficio familiar y comenzó a vender productos al Mercado de Artesanías de la Ciudadela.
“Por falta de recursos y demás, nos vemos en la necesidad de salir a la calle a buscar nuestro propio ingreso. En el mercado compraban mi trabajo, pero estaba mal pagado y tenia que trabajar tiempos muy largos. Las personas que revendían mis productos eran los que ganaban; me daban un sueldo mínimo y no me convenía”.
Sus jefes en el mercado le pagaban 700 pesos semanales, pero cuando se estableció en un puesto semifijo obtuvo más ganancias. “Aún es difícil mi situación, pero al menos vendo mi trabajo al público directamente”.